
La enfermería es una de las profesiones más duras que existen, pero también de las más gratificantes. Eres capaz de ver en el mismo día la miseria de las personas y sorprenderte de la grandeza y capacidad de las mismas. Superación, lucha, y también pérdidas y tragedias.
Hoy no voy a hablar de aquellos por los que nos desvivimos de manera diaria. Lo voy a hacer de los enfermeros, de esos de los que me siento orgullosa con su profesionalidad y humanidad. Esos que se saben el nombre de sus pacientes y esos que a veces no son capaces de olvidar cuando llegan a casa y siguen dándole vueltas al de la cama 2 o al del box 3.
Ellos son los verdaderos héroes de personas que, como tú y como yo, contaban con una independencia que ahora han perdido. Ellos son para los creyentes los ángeles que Dios ha puesto en su camino para ayudarlos a seguir adelante, son para los no creyentes la mano amiga que se presta a socorrerles o aquellos que le dan aliento antes de que su alma abandone definitivamente el cuerpo. Y no, no, no son héroes ni ángeles, no son ni siquiera amigos ni gurús que ayuden a encontrar la luz; solo son (somos) personas que viven la empatía de manera constante, que sienten el dolor ajeno como propio y que saben de la importancia de otra frase que resume- y me encanta- la idiosincrasia enfermera: Si puedes curar, cura; si no puedes curar, alivia, y si no puedes aliviar, consuela.
Hoy no voy a hablar de aquellos por los que nos desvivimos de manera diaria. Lo voy a hacer de los enfermeros, de esos de los que me siento orgullosa con su profesionalidad y humanidad. Esos que se saben el nombre de sus pacientes y esos que a veces no son capaces de olvidar cuando llegan a casa y siguen dándole vueltas al de la cama 2 o al del box 3.
Ellos son los verdaderos héroes de personas que, como tú y como yo, contaban con una independencia que ahora han perdido. Ellos son para los creyentes los ángeles que Dios ha puesto en su camino para ayudarlos a seguir adelante, son para los no creyentes la mano amiga que se presta a socorrerles o aquellos que le dan aliento antes de que su alma abandone definitivamente el cuerpo. Y no, no, no son héroes ni ángeles, no son ni siquiera amigos ni gurús que ayuden a encontrar la luz; solo son (somos) personas que viven la empatía de manera constante, que sienten el dolor ajeno como propio y que saben de la importancia de otra frase que resume- y me encanta- la idiosincrasia enfermera: Si puedes curar, cura; si no puedes curar, alivia, y si no puedes aliviar, consuela.
Ellos, mis compañeros, son los que hacen posible una Enfermería Visible y reivindican no sin razón que esta, la nuestra, es la profesión más bonita del mundo.
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