domingo, 21 de abril de 2024

Salud perdida

Hoy siento dolor. Dolor y ansiedad. Ha sido una noche en el trabajo no demasiado buena, pero tampoco demasiado mala. La inestabilidad de signos virales es constante en la unidad en la que me ha tocado, pero dentro de esa inestabilidad, hoy no ha ido mal, diría incluso que mi pequeña paciente está algo mejor que como me la encontré.

Y si embargo siento un dolor profundo, y me oprime el pecho. A la vez, siento una gratitud enorme cuando pienso en mi hijo sano y feliz, y vuelven los pensamientos a ese box y a ese sillón ocupado por esa madre o ese padre. Y se me vuelve a partir el alma.

"No se cómo puedes, yo no podría trabajar allí". Si me dieran un euro por cada vez que he oído esa frase no viviría en un piso de 59m². Puedo porque, de vez en cuando, y solo de vez en cuando pago un peaje. El peaje de la impotencia, de la pena, de la calma tensa en mas noches, de las lágrimas en la ducha, de la ansiedad, del llevarte a casa todo y nada, de pensar en lo que pudo ser o lo que será, de lo que es, de cómo está, de su familia, de los abrazos y los apretones y los ánimos que les podemos dar cuando por dentro estamos rotos. Cuando sabemos, de sobra, que aún quedan jarros de agua fría para esos maltrechos padres. Cuando tenemos claro que vivir no solo se trata de respirar. 
Y siempre pienso que cualquier ser humano podría trabajar donde nosotros, donde hoy hemos estado, claro que podría... Somos supervivientes natos, el poder de resiliencia es maravilloso, universal, humano, y a la vez casi animal. Pero entiendo que no todo el mundo quiere pagar ese peaje, y entiendo que no todo el mundo es capaz de ver también, y sobre todo, lo hermoso de encontrarte fuera de la cama de la UCIP que una vez ocuparon, a centenares de pequeños con una vida plena y digna, y una familia que da gracias por recuperar la salud perdida.


martes, 2 de abril de 2024

Replay

Hace mucho que no me paso por aquí. A lo mejor que la vida me atropelle tiene algo que ver, pero siento que, con este abandono de palabras, también me he abandonado un poco a mi misma. Es, literalmente, una pausa al blog que va unido a una pausa, en el sentido más figurado, en mis pensamientos. Y no. No es que mi cabeza se haya quedado parca en palabras, es que los dedos no han encontrado el momento de plasmarlas por aquí.
En la medida de lo posible, como deseo de segundo trimestre del año, quiero volver.  (Volver. Esa palabra que tanto me gusta)

No ha habido grandes cambios fuera de estas letras. Bueno, sí. El tiempo pasa tan rápido que me parece una falta de respeto que Alejandro en septiembre entre en el colegio. No se si él está preparado, supongo que sí, que para su madre es el más especial, pero entiendo que para el mundo es un niño (maravilloso) más. Pero yo no, no lo estoy. No estoy preparada para quitarle el pañal, aunque me apetezca mucho. Ni estoy preparada para cambiar otra vez de rutina y decir adiós a sus seños de guarde, que tan bien lo tratan.
Va a estar bien, claro que sí, no me cabe duda; y este duelo tonto, anticipado, irracional y poco verbalizado durará poquísimo. Pero es curiosa la manera que tenemos las personas de adornar nuestra zona de confort, como si fuera el salón de casa. Cuando, además, no somos conscientes de que lo mejor es pasar por las etapas de la vida como se pasa por las salas de los museos: observando y disfrutando las obras de arte que la suerte ha puesto en frente de nuestras narices.

Vamos a darle de nuevo al play. Vamos a dejar de rebobinar y vamos a volver solo en pequeñas dosis a donde fuimos felices, pero sin atraparnos en el sofá del pasado. Vamos a darle al play, no pongamos la velocidad x2, ni hagamos spoilers de lo que viene.

Quiero disfrutar de lo que tengo ahora, de sentirme una mujer afortunada rodeada de gente maravillosa.

domingo, 5 de noviembre de 2023

Dos años. Mi vida entera.

Mi niño. Mi vida entera.
Hoy hace dos años que llegaste y sigo sin poder explicar el enorme amor que me haces sentir. Cada alvéolo de mis pulmones parece respirar por ti, cada gota de mi sangre, cada latido de mi corazón y cada pensamiento de mis trastocadas neuronas tienen un ápice tuyo. Y me acuerdo de mi vida antes de que llegaras y me parece todo tan lejano... Como si siempre hubieras estado aquí. Cuando me miras y me sonríes, cuando me abrazas, cuando correteas y canturreas, cuando curioseas por la ventana del dormitorio nada más levantarte, e incluso cuando te levantas de mal humor o aparece una pataleta, no puedo dejar de pensar que te quiero tanto que exploto de amor. Solo puedo dar las gracias al universo, porque llegaste a llenar aún más de felicidad mis días, a provocar un tsunami en todos mis esquemas y en toda la casa... Y nunca antes me había gustado tanto el desorden que me provocas.
Por muchos más años disfrutando de ti, por muchos más años a tu lado. Feliz cumpleaños, mi amor. Te quiero, mi pequeño colibrí.

lunes, 3 de julio de 2023

Cantas

Tu voz de bebé va dando paso a una voz de niño, que modulas cuando y como quieres. Ayer me sorprendí con los ojos vidriosos mientras te acunaba en mis brazos para dormirte. Estabas tranquilo, jugueteando con mi cadena, esa que lleva una A: la de tu nombre.
No querías dormir, o quizás sí, y lo que estabas era dándote arrullo a ti mismo. Canturreabas. Lo haces mucho. A veces reconozco lo que cantas. Otras, parece que lo inventas, que lo vas haciendo sobre la marcha, subiendo y bajando notas dentro de una escala del color del arcoíris.
Tuve que sonreír y acordarme de tu bisabuela, esa que tarareaba todo el rato mientras hacía y deshacía, esa bisabuela que no es de sangre, pero como si lo fuera. Si lo fuera- pensé- creería que habría un gen para eso y que lo habías heredado. 

Pero cantas. Cantas mucho y, cuando te das cuenta que te miro, sonríes mientras sigues cantando.
Y yo deseo que ese mundo interior que dice tu Tata que tienes sea tan bonito que te den muchas ganas de cultivarlo con la ciencia de las artes, porque vienen tiempos oscuros, pero los humanos siempre han sabido encender una luz para la esperanza, y tú, mi pequeño colibrí, tienes un todo un sol dentro.

sábado, 10 de junio de 2023

Caro y Juan

Quédate con quien te quiera bien. Con quién te diga "sí, quiero" con los "a pesar de", aún con girasoles boca abajo y sonrisas invertidas.

Quédate con quien te quiera libre, sin ataduras aún con papeles, sin prohibiciones en contramano.
Quédate con quien te quiera sin más, sin pedir más que lo justo, con quién te haga sentir, soñar, volar. También con quién te haga enojar, pero te haga volver. 
Volver.
Volver una y otra vez a tu casa, porque hay personas que son hogar en días buenos y en días malos. Pero sí, quédate con quien te haga volver, volver y que parezca que nunca te has ido.

Feliz vida.

jueves, 6 de abril de 2023

Soltar

Pensando en canciones, las hay movidas y lentas; de muchos estilos musicales, con notas, acordes y puentes imposibles, y algo más sencillas de tocar. Las hay también que hablan de tí o de parte de tu vida. A lo mejor solo lo hace en un momento puntual, un periodo de tiempo, o también puede parecer que te describe de pé a pá. Vete tú a saber.
Lo cierto es que cantar suele sanar el alma. No se bien si es porque ayuda a soltar aquello que te lastra con cuerdas que queman en las muñecas, sin querer mendigar amores- como decía Mr. Kilombo- o porque te lleva a mundos bonitos, meciéndote en sus pentagramas y blancas, negras y corcheas en clave de sol y de fa.
Siempre he visto la música como algo innato en el humano, inherente como los sentimientos y las emociones.
Y como ellos, la música a veces es imposible de parar. Te llena la garganta y sale en líneas curvas, merced al vibrato de cada uno.
Y a veces hay que cantar para sanar. O escuchar, para sentirte mejor. O apagarla solo para escucharte.
Pero lo cierto y verdad es que soltar (ropa que ya no te pones, temas del pasado, objetos inservibles, rencores, responsabilidades que no son tuyas, eso que tienes en el trastero que te da pena tirar, pensamientos...) siempre ayuda a caminar más ligero. 

miércoles, 1 de febrero de 2023

Fortuna de gato

¿La suerte existe? La determinación y preinscripción de los hechos en la línea vital de una persona, ¿Está anotada desde que nace un nuevo día? No lo sé, la verdad. Si la suerte se considera destino, no lo veo. Pero si es circunstancial, si de lo que rodea a la persona en un día, en un segundo, depende de mil cosas y el resultado es favorable o desfavorable; entonces la suerte es descriptiva de un suceso. Y ahí sí, qué suerte a veces más agradecida. Qué alivio pensar en lo que ha sido y no fue. Qué temor encapsulado entre puntos, moratones y quemaduras, y qué miedo estar a merced de segundos o centímetros de ser o ya no ser nunca más, si no recuerdo quizás.
Y cuando paras, echas la vista atrás y te notas temblar las piernas y una congoja se te agarra a la campanilla como mono a platanero, ahí notas que te han quitado tiempo de vida, pero a la vez, te la han dado.

Suerte. Bendita suerte, gato. No gastes más vidas, que te quiero a mi lado.