martes, 20 de noviembre de 2012

Personajes III

Hoy llevo todo el día acordándome de mi abuelo Rafael (un día os hablaré de él) y no he podido evitar recordar a una persona importante en su vida y en la mía.

Aún hoy, cuando se acerca el décimo aniversario de la marcha de esta otra persona, me acuerdo de ella y la sigo añorando. Señora de los pies a la cabeza. Me quedaba embobada viéndo cómo se maquillaba sobre la tapa verde del pozo de la cocina, a la luz del jardín desde donde emanaba un olor contínuo a sus matas de romero, en su antigua casa. La elegancia que desprendía pocas veces la he vuelto a ver en otra persona. Y el amor hacia mi abuelo, incondicional. 

La calle ancha (o Virgen de Consolación, como en realidad se llama) en Utrera me trae muy buenos recuerdos. Aún hoy escucho el sonido del llamador en aquella puerta pesada de la entrada. Detrás, escondía un gran pasillo con losetas negras y blancas, un patio interior a la izquierda, con cristaleras y madera blanca (con un azulejo del "Corazón de Jesús" y decenas de macetas), y, al fondo, un gran espejo de marco dorado.

Podría estar horas hablando de esa casa. Cómo me gustaba cada rincón. Y cómo le gustaba a ella.

Mercedes tarareaba una canción sin nombre mientras iba de habitación en habitación. Me encantaba seguirla y oír cómo se inventaba cada nota. Me entraba la risa cada vez que le preguntaba qué cantaba. La bombardeaba a preguntas que ella escuchaba atentamente con la boca abierta en una media sonrisa y asintiendo levemente la cabeza. Levantando pocos palmos del suelo, de la mano me llevaba a aquella habitación para mirar desde los pies de la cama a ese muñeco, un bebé de batón blanco que me daba una mezcla de admiración, querencia y temor. Nunca jugué con él, de hecho pocas veces lo toqué, siempre con suma delicadeza y no porque estuviera realmente prohibido (todos los primos éramos y somos muy educados en las formas, de eso se encargaron mis padres y tíos. Gracias), sino porque el halo que ella creó alrededor del muñeco era mágico, una especie de premio que te mostraba de vez en cuando sólo cuando te cogía de la mano y te llevaba a la habitación, a tí, en exclusiva, en aquel momento.

A media voz: "¿Quieres chocolate?" Y allá que nos llevaba a darnos una tirita de cuatro onzas de chocolate Nestlē... Pequeños detalles que siempre tenía para nosotros.

Una señora para querer y recordar toda la vida. Era mi abuela Mercedes. Este personajes III va por ella.


No hay comentarios:

Publicar un comentario

Gracias por comentar en Entalpías y hacerlo con respeto. ¡Que tengas muy buen día!