martes, 13 de mayo de 2014

Narrativa entálpica

Cuando viajas por las letras, las palabras fluyen describiendo situaciones reales o imaginarias, como fluye el agua cuando abres un grifo: depende de la tubería y seguro de algún otro elemento de la fontanería que a mi se me antoja profunda. Entonces el agua brota a borbotones como brota la sangre arterial en un corte, sale de forma continúa emulando un manantial que da la vida o a cuenta gotas, como el segundero de un reloj. 

Preguntan a veces qué significan esta narración, aquella metáfora o la metonimia de más allá. Pienso, me tomo un minuto con cara de interesante y respondo: a veces nada y a veces todo. Normalmente me quedo aquí... Pero hoy, querido lector, te lo voy a explicar. 
A veces son desvaríos de los dedos que corren por el teclado. A veces llevan ocultas las palabras mensajes de aliento para otras personas o para la que porta la pluma digital, y otras llevan dardos envenenados a quien nunca mereció una lágrima derramada. O quizá si pero las dejó de merecer cuando tomó las decisiones erróneas. Porque uno sigue siendo dueño de lo que sueña pero más de lo que hace o deja de hacer a pesar de lo que rodea el asunto. Cada loco con su tema. Pero loco dueño de su tema. 

No es cuestión de juzgar. Es cuestión de narrar tu realidad con florituras o tu ficción barroca según sople el viento de levante o poniente. 

Es una narrativa... ¿Cómo decirlo? Finalizada pero con ganas de más... Bonita en su insuficiencia, con punto y final pero a medias...  Como ese beso que pedía la canción aflamencada de la que me enamoré perdidamente cuando la escuché en una voz amateur, rota, bella, incompleta..."el beso que sin darse se adivina..."

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