viernes, 2 de diciembre de 2016

El camino de una lágrima

Un sentimiento o la mezcla de algunos suelen ser el punto de partida de una lágrima emocional. Una lágrima cuya composición es diferente a aquella que se produce por irritación del ojo o aquella otra que sirve para mantener hidratada la blanca esclerótica, iris y pupila. Las lágrimas que salen contenidas en un llanto tienen en su ser cantidades de hormonas que, al liberarse, relaja el cuerpo que las ha producido. Cuando salen de los ojos desbordados recorren la mejilla, tumbando los suaves vellos de la cara para enjugarse en un pañuelo, caer al suelo o en el mejor de los casos, toparse con la comisura de los labios para fundirse en un abrazo con la saliva de una lengua que no se atreve a articular palabra que calme sollozos.

La lágrima tiene un corto recorrido pero dejan una huella. Surcos en el alma o cemento que la cierran, porque los ojos no se secan, pero cada vez lloran menos porque el grifo se cierra. Y esas hormonas ya no salen. Ya se quedan, y se acumulan, y se enquistan o se convierten en aceptación de quién sabe que su vida ya no volverá a ser la misma. 



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