domingo, 5 de febrero de 2017

Bebiéndole.

Le gustaba su piel. Tersa, suave. Su aspecto, su olor. Sentirla en la suya, besarla, beberla, acariciarla, simplemente amarla. Su sal, su brillo, la palabra susurrada con su roce, la vida que rebosa cuando el agua resbala después de una ducha con el espejo lleno de vapor y aparece un mensaje secreto escrito en su ausencia. 

Y mientras, la música sigue soñando en sus oídos. 

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