jueves, 25 de junio de 2015

Parabólicas (mal)funcionantes

El otro día mi hermano me pasó un artículo sobre las posibles teorías de la singularidad terrestre o de la compañía de otras civilizaciones. Teorías sobre porqué no es capaz ninguna tecnología humana de captar señales de vida- inteligente o no- más allá de la órbita del planeta en el que vivimos. Era un artículo extenso, escrito para personas que como yo, tienen poco o nada de ideas a cerca del universo, distancias, números estelares y edades desde el Big bang. Pero es verdad que me hizo pensar.

El artículo me planteó el típico batiburrillo de preguntas a cerca de la existencia, pero más allá de eso me sorprendió la forma en la que explicaba la teoría de la falta de comunicación. Es curioso plantear esto con las relaciones humanas en el día a día puesto que, si bien es cierto que casi todos los que tenemos oído oímos, no lo es menos que poco escuchamos lo que no está dentro de la onda de conveniencia de cada uno. La diferencia con la teoría aquella es que ésta defiende que los terrícolas somos incapaces de recibir señal alguna de comunicación del universo exterior por diferentes motivos (ausencia, secreto de estado o tecnología no adecuada) y en el caso del humano es particularmente torpe en poder procesar de manera completa las señales que llegan a lo que viene siendo las parabólicas de cartílago, comunmente llamadas orejas, que sí están preparadas para recoger determinadas amplitudes de onda.

Sea como fuere (querencia, ignorancia, indecencia o falta de medios) todo ello impide saber más o saber simplemente sobre cómo es el elemento, humano o no, que tiene uno enfrente y que comparte un espacio de vete tu a saber cuanta medida de distancia.




Y ahí lo dejo.

 

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