viernes, 3 de enero de 2020

veinte-veinte

Cuando de pequeña me decían los adultos que el tiempo se les pasaba volando, no era capaz de entenderlos. Para mí, con ocho o nueve años, las tardes se hacían eternas entre juegos con mi hermano. Ahora, llegados casi a este cuatro de enero de dos mil veinte me asombra pensar en los años noventa como si fuera ayer mismo... Y el tiempo se torna fugaz. Ya dejé la niñez hace varios años (décadas), pero a veces me siento como esa niña que quedaba por las tardes en la plaza para patinar. 
Sentada en el sillón de mi salón, con dos copas y varias canciones arañando mi garganta tras haber salido de ella con aliño de guitarra, siento que este año va a ser bueno.  Tengo proyectos, tengo las cosas meridianamente claras, me siento orgullosa de lo que he hecho, y, aunque tengo una pizca de rencor por ciertas personas, ellas no me impiden ver lo maravillosa que puede ser la vida si se goza de salud y se tiene para comer y un poco de diversión. 
Estoy viva y me siento viva. Y mañana será otro día más de este año nuevo que viene pisando con fuerza, a pesar de ese bache que le han puesto a un gran amigo (conociéndolo, puede con eso y con más, que está más fuerte que un limón) 

Vamos. 

¡Vamos!