jueves, 21 de julio de 2016

#PrayForHumans

Creo que es un sentimiento universal el no saber qué hacer cuando la barbarie azota a la civilización de una manera tan atroz como la acontecida no sólo en Niza, también en Bangladesh, Siria, Turquía, Alemania y otros lugares víctimas de atentados en los últimos días. 
El hombre siempre ha matado a sus semejantes, pero cuando las armas que se utilizan son personas como tú y como yo (salvando las distancias éticas), sin miedo a la muerte- es más, ansiándola a veces- no hay forma de detener las matanzas a no ser que se acabe con la cúpula del mal dejando de alimentar con armas y dinero a un ejército que utiliza la religión con fines político-militares.

Pienso en las familias de las víctimas, en las víctimas y también en las familias de los asesinos y futuros sembradores del terror. Esto es solo la punta del iceberg.

El lavado de cerebro que les hacen para llevarlos a tal extremo me lleva a plantear que la debilidad que aprovechan los captadores es fruto de unas habilidades sociales pobres, mermadas, y que no son contrarrestadas debidamente por la sociedad(?), familia(?), amigos(?).
Los que fueron débiles, retrotraídos en un mundo de aislamiento social quizá, se hacen ahora fuertes respaldados por la ausencia de miedo y la promesa de una vida mejor después de su sacrificio y el vertido de sangre.
Si tú eres creyente no voy a pedirte que reces por Niza, por Bruselas, París, Orlando, Siria, ni por Nairobi, Bagdag o Estambul... No son solo lugares o personas concretas. Como leí no hace mucho, son "los terroristas, y delante, el resto".

No reces por una noticia que escuchas en el diario de una matanza en Europa. Todos los días hay atentados contra personas inocentes. Si eres creyente reza, vale, pero reza por los humanos, porque el mundo sigue yéndose a la mierda.

jueves, 14 de julio de 2016

Fuerte fauna.

Es harto entretenido observar a la fauna de gimnasio. Es la primera vez en mi vida que consigo engancharme de verdad al deporte. Visto que no sirvo para el baloncesto (8 esguinces en mis ya torcidos dedos lo demuestran), para el tenis o el Padel ni para correr (y eso que está de moda), decidí hace unos meses apuntarme al gimnasio que tengo al lado de casa. Lo hice más por cuestión de salud que de físico, pero ya le voy cogiendo el gustillo a verme un poco más definida mi barriguita de treintañera.
Eso sí, lo mejor de todo es observar a los que como yo han decidido dedicarle parte de la tarde al culto al cuerpo. 
No os los voy a describir. Quien más y quien menos sabe de qué personajes hablo, pero por el tiempo que paso con ellos en las salas, merecían una mención en mi blog. A veces me recuerdan andando a los vaqueros de las pelis de Clint Easwood, y parece hasta que van a retarse en duelo con sus ademanes delante del espejo. Otras veces, me río con los métodos de apareamiento al pavonearse por la sala de musculación...

¡La verdad sea dicha, me lo paso pipa con ellos! 

domingo, 10 de julio de 2016

Relatos cortos: Obediencia

Estoy tan cansada que si cierro los ojos medio segundo más al parpadear en medio de este concierto es posible que confundan mi estado de somnolencia profunda con una lipotimia de groupie irrecuperable. 
Después de un día que más vale por lo soportado que por lo disfrutado, en este estado de cortocircuitos en el que se encuentran mis nervios no veo la hora en salpicarlos de agua con sal para que haya una explosión real -y con sentido de la física- que explique este momento en el que me hallo.
Me encuentro sentada, al final del camino que lleva a la ermita y simplemente no quiero volver. No podría aguantar el rechinar más de mis dientes ni un resoplido más saliendo de mis labios fruncidos. Me irrita sobremanera rechinar los dientes. Me da escalofríos oir como se frotan unos con otros. Podría, si me lo propusiera, buscar en internet la frecuencia auditiva que recoge ese sonido y anularla con un buffler a todo gas cerca de mi oído. Seguro que eso resultaría. Entonces podría rechinar todo lo que quisiera sin que el estrepitoso sonido invadiera mi calma haciéndola desaparecer de un plumazo. Y podría quejarme en paz, porque esta culpabilidad por ser quejosa no me irrita, sino me mata. 

Y sin embargo, mírame, sigo bajando el volumen de mis casos Bluetooth cuando mi iPhone me advierte que el volumen alto puede dañar mis oídos. Yo siempre he sido muy obediente.

Quizá sea ahí donde radique el grueso de todos mis problemas.

sábado, 2 de julio de 2016

(Casi) Todo

Desde la habitación puedo escuchar al menos tres tipos de cantos de pájaros y dos ladridos de perros. Me gusta imaginarme cómo serán los animales. Me centro en si el sonido viene de la derecha o de la izquierda de mi ventana, del frente o está a la espalda del edificio que me acoge. ¡Luego de repente llega una moto y dejándome sorda de un oído y afectando la calma...!

Eso sí, entra fresco por la ventana, me relajo de nuevo y me pongo a pensar en el plan para hoy: gimnasio, lectura en la piscina tal vez...(?) y me acuerdo de que tengo ropa pendiente de doblar y guardar, de que el polvo es mi compañero de piso y de que el suelo me pide a gritos que le pase la fregona. Suerte que la moto hizo ensordecer mis oídos... Hoy no hay obligaciones, tan solo hacer (casi) todo lo que me apetece.