El árbol ya no estaba iluminado pero se alzaba imponente en la plaza central, señalando al cielo y culpándole a caso de la incapacidad adquirida para alumbrar las fiestas.
La tormenta había pasado y había dejado la Navidad sin bombillas con electricidad que la alegraran. Ahora, en la calma de la noche, tras las ventanas empañadas por el calor humano, una chimenea cruje y huele a nogal. La cena ha sido devorada y los villancicos han salido de las gargantas de los que tienen mucho o poco que celebrar. Todos duermen o están liados en las mantas con una copita de coñac o de Puerto de Indias con Seven'up con su chorrito de granadina. Hace frío en las casas sin calefacción. Pero hasta en las casas más heladas, puede latir un corazón que suba la temperatura.
No olvidéis el abrigo figurado.
Felices fiestas a todos.