miércoles, 24 de febrero de 2016

Te veré mañana.

A veces me sorprendo de lo egoísta que puedo llegar a ser. 
Me revuelve el estómago pensar que me eclipsa el hecho de buscar mi zona de confort y no ser capaz de ver la del otro. Una persona importante para mí, por otro lado. Vuelvo a no querer que te vayas, a pesar de haber visto lo bien que estás allí con tu compañero de vida. Vuelvo a no querer tener que esperar a las tantas para poder hablar un ratito contigo. Vuelvo a no querer estar pendiente de una visita y a robarte tiempo de estar con los tuyos, aunque yo crea ser parte de ellos. Vuelvo a no querer verte a través de una pantalla. 
No te gustan las despedidas, y aquí he venido, con viento huracanado a despedirte porque a mí, y no a ti, es a la que le hace falta. 

Y tú, como siempre, como si te fuera a ver mañana, y yo, como siempre, tragándome el abrazo que quiero darte. 

Te volveré a echar de menos como lo hago cada vez que te vas lejos. Mucho. Te quiero, amiga. 

El cuerpo humano.

El día de hoy ha sido un... ¿cómo decirlo? ¿Cúmulo de circunstancias? Entre pacientes, llamadas de compañeros, de médicos, de familiares, de amigos, charlas con cafés de por medio, intento de solución de problemas informáticos laborales, y unos espárragos con mayonesa de cena, me acuesto y no puedo dormir de la actividad que aún me ronda por la cabeza. A lo mejor es del cortado que me he tomado a las siete de la tarde porque no podía con mi alma, pero creo más bien que es de los nervios que hoy me comen. Es increíble ver cómo las emociones influyen en la salud física y repercute en los sistemas vitales. Para los amantes de la anatomofisiología, ya sabréis que el sistema nervioso simpático hace de las suyas sin querer... y el parasimpático a veces no es capaz de pararlo. ¡Qué perfecta como máquina es el cuerpo humano!

Me ha parecido curioso hoy revivir de una manera brutal porqué a la gente se le acelera el corazón cuando tiene cerca a un sanitario. Es como acudir a un examen tipo test sin haber estudiado, como intentar aprobar de chiripa pero sabiendo que te juegas el curso completo. La medicina o los tratamientos una vez que suspendes (si se llega a dar el caso) se convierten entonces en el odiado "septiembre", donde tienes una nueva oportunidad para que la prueba salga bien y te aprueben el curso que te permita seguir avanzando.

Hoy, una señora de 87 años me ha sorprendido con la respiración agitada por el simple hecho de estar a su lado intentando que se adapte a un equipo que seguro le va a reportar un aprobado con holgura en septiembre, porque sí, en el examen de hoy estaba claramente suspensa la pobre... En un momento, sintomatología de retención de carbónico aparte, su respiración era de unas 35 rpm (respiraciones por minuto). Me he tenido que dedicar a hablar con su marido (de otros tantísimos años), y mirar de soslayo la pantalla donde marcaba la frecuencia respiratoria. Al final, cuando la señora creía que no le estaba echando cuenta, la respiración se le ha normalizado hasta los 22 ciclos, y me he quedado más tranquila. Cuando volvía a echarle cuenta su respiración se agitaba, y su corazón se aceleraba... y volví a hacerlo, y de nuevo pasó. Y todo esto porque su mente entiende que hay algo que la ataca o que le hace huir. Y yo, lo prometo, he sido muy agradable.

Ahora soy yo la que tiene el corazón algo acelerado y el simpático no me deja conciliar el sueño. Como es imposible intentar hablar con alguien a estas horas, voy a ponerme a leer que es un buen entretenimiento y siempre la lectura es buen somnífero cuando una se nota cansada.

Buenas noches tengan ustedes.


miércoles, 17 de febrero de 2016

Solo tú

No se llamar a tu puerta como una libélula se posaría en la hoja de una margarita. A veces me siento elefante en cacharrería, intentando llegar de un extremo a otro, destrozando, ensordeciendo la habitación que me lleva a ti.
No se a veces dar espacio a la tristeza. Pretendo borrarla de un plumazo de pavo real con sus colores verdes, azules y dorados, y quizá eso no es suficiente, o ni si quiera necesario. A lo mejor en ocasiones peco de inmovilidad y otras de extremo nerviosismo. Ya sabes, la bipolaridad es definitorio de mi signo... A lo sumo, un temblor de terremoto se irradia desde el epicentro de mi estomago a mis manos, y sigue en ondas concéntricas para arquear tus cejas y oscurecerte la mirada. 
Esos ojos que lo dan o lo quitan todo, que hacen de un día nublado el más soleado que la memoria ha soportado alguna vez. Sé que lo sabes... El rostro del cansancio no puede ganar, porque cada día hay tazas de cafeína esperándote para eliminar tus ojeras, pero debes aprender a descansar cuerpo y mente. 
Tú debes hacer lo que creas oportuno. Yo me guardaré de hacer lo que me haga feliz. Ser paralelas cruzadas por casualidad es una gran suerte- no me lo puedes negar- para unirse en una sola línea más ancha, más fuerte... más infinita. Y prometo dejar que pasen las manecillas del reloj para dar tiempo a que esos ojos vuelvan a brillar, como solo los astros grandes saben deslumbrar. 

viernes, 12 de febrero de 2016

Papel y colores

El pasado martes viví una de las escenas más impactantes que he tenido como enfermera. No es nada de sangre, vísceras ni miembros amputados. No os la voy a contar porque es entrar en un morbo innecesario y en una violacion a la intimidad y al secreto profesional, al tratarse de un paciente al que trato con asiduidad. Solo diré que es la situación más injusta que he presenciado, que llevo con aquel nudo en la garganta desde entonces, y que lloré amargamente cuando la luz se apagó en mi habitación. 

Hoy no he tenido un buen día. De nuevo quisiera echarle las culpas a las hormonas, esas a las que mi amigo Juanjo no atribuye causa alguna, y a las que ya defendí en su día diciendo que quien no tiene ovarios no opina. 

Supongo que, como antes me ha pasado, el frío, la humedad y el haber metido el pie izquierdo en un charco (el único caso del aparcamiento, que además era del tamaño de dos coches) me han empujado a poseer la cara sombría que he arrastrado durante todo el día. Yo, la verdad, no me creo con los suficientes motivos para andar de capa caída, pero también tiene una derecho a estar triste de vez en cuando. Y mis amigas, que lo saben, que me quieren, y que me quieren ayudar aún en la distancia, me han hecho un regalo con el que colorear a ratos mi jornada de modo que ya, quiera o no quiera, no tendré más remedio que dejar de verla en blanco y negro.

Ha vuelto a ser una semana complicada. Pero las frases de motivación te bombardean la retina mientras andas por las redes sociales, y yo, junto con mi primer dibujo coloreado de mi libro de adultos para colorear, he adoptado una del genio Beatle Lennon que otro día os contaré. Porque hoy, el protagonismo es para él:  
Gracias. 

sábado, 6 de febrero de 2016

Cuando la gente no atiende a razones...

Es frustrante. Retorcerle el pescuezo a alguien cual pollo de corral es una expresión que se me antoja ideal para describir lo que le haría a determinadas personas con determinadas actitudes. Es que hay situaciones y conversaciones que es como chocarse contra la pared una y otra vez y no parar hasta abrirte la cabeza. Estoy tan cansada de la gente cabezota y que no atiende a razones aunque la hagas croquis de colores con luces de neón... Las conversaciones se vuelven baladas de borregos, que pisan con sus pezuñas al acompañante, bailando a su aire, sin seguir el compás de la música que rodean, mientras le lanzan un balido a la oreja lanuda del compañero tapando todo acorde lógico armónico.

De verdad... qué hastío mental encontrarte con esto día sí, día también y el de en medio doble sesión por si te aburres. Será que el invierno está caluroso y los cerebros se fríen hasta convertirse en hervideros de neuras, porque si no, yo es que no lo entiendo. Las ganas de pelear, las ganas de discutir, las ganas de buscar las cosquillas, las ganas de tener siempre la última palabra, las ganas de quedar por encima... Suerte que dos no se pelean si uno no quiere, dos no discuten si uno se evade, dos no juegan a las cosquillas si uno se pone una coraza, la última palabra es la verdad que tú sabes y las ganas de quedar por encima es según tengas ganas o no de hacer ejercicio. Lo malo es si el otro es insistente por no decir cansino, fatigoso, perseverante, cargante, pesado, algo incómodo a fin de cuentas, es harto difícil no pelearse, ni discutir, ni dejarse encontrar, ni hablar más alto ni subirse al tejado para mirar por encima del hombro.

Intento pasar. Paso. ¿Paso o lo intento? Paso, paso. O al menos lo intento... Como diría mi amiga Mar, ¡¡Ay señor, llévame pronto!!

Esperanzada me hallo en que el que la sigue la consigue.