Hace algún tiempo noté que al escribir lo que sentía y lo compartía, las alegrías era dobles y las penas algo menos. No sé quién lee esto, aunque se de algunas personas que sí lo hacen y la verdad, desde hace un tiempo escribo menos porque hay algunas cosas que no quiero precisamente que sepan. No me entendáis mal, no es que tenga nada malo que decir, simplemente que no me apetece compartir esta o aquella información con determinadas personas, porque el desahogo del que sirve este blog puede convertirse en una preocupación para ellas. Sin saber el contexto en el que se escribe, a veces es difícil conocer realmente qué he querido decir. Por eso, aunque interpretes este texto como válido para la expresión de un problema, no lo tomes así, porque no sabes por lo que lo escribo y no tomes a mal mis palabras, porque van con un sentimiento positivo hacia tí.
Los ciclos de la vida se acaban y otros comienzan. Las personas evolucionan como va cambiando la imagen de una planta de hoja caduca, lentamente. Sin embargo, la esencia sigue ahí, intacta, y solo habrá momentos de frondosidad primaveral y otros de desnudez invernal. Plenitud o vacío.
A veces, sin llamar la atención, simplemente se está.
Y seguirán cayendo las hojas en otoño y seguirán en verano moviéndose entre las tormentas. Esas que a todos nos asombran cuando llegan en pleno Agosto- ¿Nunca nos acordamos que siempre llueve en Agosto?
Ahora no estoy en flor ni convertida en un laberinto de ramas. La lluvia me mojó la cara la otra noche mientras tomaba un refresco de naranja, pero hoy...
Simplemente no estoy.