sábado, 30 de mayo de 2020

La casa entre plantas

Los que me conocen, saben que adoro a los animales, si bien es cierto que ahora mismo descarto tener alguno compartiendo mis días por aquello de la libertad que me da no tener que cuidar de los amigos peludos. 
Sin embargo, nunca he sido muy dada a cuidar plantas- y eso que la palabra cuidar es la que define más a lo que me dedico- porque a excepción de los cactus, había un "vegeticidio" ligado a tenerlas bajo mi protección. 

Últimamente, me ha entrado la gracia, el don, el saber o la delicadeza que me ha permitido que las plantas no se vayan a por pipas a primeras de cambio, y oye, ni tan mal. 

Me acompañan en mi humilde morada un Kalanchoe blossfeldiana, con flores amarillas, un par de Gitanillas, una Cinta o Malamadre (trasplantados en este momento 3 hijitos para regalar, y ayer regalé otro a mi amiga Mariqui y en su día regalé uno a mi señora madre), un Helecho, un Ficus benjamina (mi alegría en el salón, regalo de mi Amigo Albert), alguna aromática como hierbabuena y tomillo, un Photo (mi otro acompañante de las tardes, regalo de mi amigo Marco), un Bambú en su jarrón con agua, dos Cactus (regalos de mi amiga Lourdes y de mi adorado Rafita) y dos Aloe Vera (también sendos regalos de Noe y Silvia). 

Y aquí estoy, orgullosa de no matarlas, de que incluso me regalen flores y dispuesta a ir al vivero para pillar alguna que pueda poner en la cocina. 

Y esto tan tonto y a la vez tan bonito, es lo que tenía ganas de dejar aquí por escrito. 
Fin del cuento. 

martes, 26 de mayo de 2020

La nueva normalidad

Hoy he empezado otro blog. 
No me penséis mal... No tengo intención de dejar a este aparcado y olvidado, aunque no diga lo mismo el abandono fehaciente que le he hecho durante el confinamiento, ahora iremos a explicar eso. 
Es un blog profesional, dedicado a la enfermería en todos sus ámbitos, pero sobre todo en el técnico. Realmente llevo dos entradas, contando con la de presentación. Tengo ilusión por esto, y más cuando durante estos meses de locura vírica he visto a tantos compañeros dando lo mejor de sí, como yo lo he hecho a pesar de tener la suerte de no haber estado en primera línea de batalla de la Covid-19. 

No voy a mentir, he visto cosas inimaginables, muertes incomprensibles, radiografías blancas como la nieve en un abrir y cerrar de ojos. He sentido miedo por algunos amigos en primera línea, he tenido gente contagiada y dando positivo una y otra vez. He visto sufrimiento, he llorado y gritado, y aún hoy anhelo abrazar a mi familia. Sigo, de alguna forma, confinada a pesar de estar ya en la fase 2 de la nueva normalidad. 

El 18 de marzo fue la última entrada que hice en este blog que he ido alimentando, al menos, una vez al mes desde que lo tengo activo. He empezado muchas entradas, pero ninguna era diferente a lo que ponían en los períodicos y en las redes sociales. Todo coronavirus, fallecidos, problemas mentales derivados de la situación, crisis económica, falta de material, gente saltándose las normas, aplausos, llantos, canciones, resistirés, videollamadas, soledad, ejercicio, pan casero, dulces, ferias improvisadas en el Salón, pasos con cajas de zapatos y Union Vecinal. No había nada que yo pudiera aportar más allá de lo que recogerán las crónicas en lo que ha sido la mayor pandemia de la era moderna. 

Pero hoy ha salido el sol, y lo ha hecho con brisa fresca para acompañarme en la hora de deporte que he disfrutado por las calles de mi tierra. 
Y hoy hay menos dramas personales y familiares, y se ve un poquito la luz en el túnel que un bicho invisible construyó en silencio, el muy cabrito. 

Hoy estoy bien, y aunque me cabreen las terrazas llenas de gente sin guardar las medidas de seguridad y compartiendo cachimbas, me he tomado un café, y he acompañado a mi madre a una tienda. 

La felicidad era eso que teníamos y que ahora, poco a poco, creo que podremos recuperar. 

Ánimo, amigos.