No puedo dejar pasar la oportunidad de dejar por escrito algo que tú ya sabías, porque me encargué de decírtelo muchas veces: que siempre me alegraba de verte, que compartir té contigo por las mañanas entre espirometría y aerosol con charlas de la vida me hacían reafirmarme como enfermera, que eras una buena persona, buena gente, sencilla, realista, simpática, amable y sobretodo luchadora. Que te quiero, porque eras entrañable, que sabes que hoy a todos los compañeros que tuvimos la suerte de conocerte se les ha ido la amiga del callejón calafates.
Te sentimos cerquita y cada vez que vaya a tu barrio miraré como siempre lo hacía hacia tu calle, pero esta vez no buscare aparcamiento o lo dejaré en un vado y me pasaré a saludarte. Ahora vete, vuela, suéltate de las cadenas y respira de verdad. Adios, Mª Luisa. Se libre. Descansa.