miércoles, 27 de septiembre de 2017

Olvidarte no.

Hoy he visto a tu madre, ángel, te trae otro al que ver cuando bajes el vuelo con tus alas grandes. Lo trae bien, sin esas cadenas de inicio para pelear las batallas que seguro se encontrará en esta guerra continua que vivimos y que perdimos todos aquel día. Aún se le notan los ojos añorosos, la he visto sonreír con pesar al recordarte y me ha apretado la mano. He sentido su gratitud por lo pasado y su alivio al saberlo sano. Sé que, aunque duele, ya te va dejando marchar, se le ve. Así debe ser.

Eso sí, olvidarte no podría ni ella ni yo. Esos abanicos por pestañas y esa mirada la tengo ya grabada como el tatuaje. Ya te dije que me enamoraste, y yo, cuando me enamoro, lo hago para siempre. 

Me ha gustado verla. 

Ojalá todo os vaya bien. 

sábado, 23 de septiembre de 2017

Día de la marmota.

Cuando la mentira y la manipulación alimenta al odio, el odio alimenta a la sinrazón. 
Lo que empezó hace muchos años en el nordeste de la península ibérica está teniendo una resaca importante estos días. 
No suelo hablar de política y guárdeme el cielo si me atrevo hoy aquí. Solo necesito si acaso expresar mi pesar por lo que parece un punto sin retorno en el conflicto catalán. Yo, que amo Barcelona, que me parece un lugar apetecible para vivir, que lo he disfrutado tantos viajes y que es cuna de una de mis grandes amigas, no puedo dejar de mirar las noticias y quebrarme un poco por dentro cuando veo tanto resentimiento, cuando veo tanta incomprensión por ambas partes ya separadas de por vida. 
Es cierto que el divorcio no es cosa de dos, pero luchar por una relación sí lo es, y aquí, quienes tenían que luchar no han hecho sino bajarse los pantalones y llenarse los bolsillos durante años. 
Y esto ha reventado. 

Son muchos los que quieren quedarse y son muchos los que quieren irse. Y la verdad, no sé cómo se puede arreglar esto. 

Ojalá sonara el despertador, se abriera el plano y estuviéramos viviendo el día de la marmota. 

lunes, 11 de septiembre de 2017

Relatos cortos: Congresos

La lluvia se apresuró en hacer acto de presencia. Pensó que lo hizo para no dejar en mal lugar a la aplicación del tiempo. El día se había tornado noche de repente y la noche anterior había estado iluminada por cientos de bombillas en un afán por que el día no terminase nunca. La cuidad amanecía como cada día con miles de historias por ser escritas y, sin embargo, la suya parecía ya estarlo. Como si de un déjà vu se tratara, miraba a su alrededor sin extrañar nada. Veía caras conocidas, oía conversaciones similares y hasta participaba de ellas. Charlas interesantes que encendían ideas y otras que aburrían a las ovejas. Pasta, pesto, mozzarella, amatrice, risotto y parmigliano con espumante y proscuito animaron el almuerzo, y un expresso lo trajo de vuelta a la realidad de un espacio frío, grande y lleno de los claroscuros de quien sale a la calle en sandalias cuando afuera está diluviando.

viernes, 8 de septiembre de 2017

Relatos cortos: Realidades

El globo ocular parecía posado plácidamente dentro de la cuenca. Su parpadeo era lento y no fijaba la vista en ningún punto en concreto. Atenta, la otra chica observaba la pantalla que recogía las imágenes que varias cámaras captaban desde la sala de aislamiento. Tomaba apuntes con un lápiz en un cuaderno de tapa de piel roja y de hojas recicladas, recordando conceptos. Ponía títulos y hacía bocetos de la expresión plasmada en la cara que borraba y volvía a dibujar en un intento por copiar la mueca y captar cualquier micro movimiento de algún músculo que se había revelado contra toda lógica. No se produjo.

En la misma postura, con el único movimiento del lento parpadeo, se hallaba la chica en aquella sala desde no acertaba cuando. Sus manos, posadas en las piernas; sus pies, haciendo una uve en el suelo de moqueta azul pavo que revestía el habitáculo. Se hallaba sin embargo lejos, muy lejos de allí, en un espacio abierto con miles de mariposas volando y riendo alrededor de su enmarañado pelo.

Ahora, silencio absoluto en un espacio cerrado mientras se oían gritos acallados por una mente enferma. Y así seguirían mientras hubieran dos experiencias distintas en un mismo cuerpo y un mismo lugar: uno el público, el que veía la chica del lápiz mientras lo mordisqueaba; otro el oscuro desvaído de la catatónica realidad de la chica del parpadeo.

Ambos existen, sólo uno es palpable por todos.