viernes, 22 de febrero de 2019

Sin miedo

El hielo cubría el cristal del coche cuando bajó a primera hora de la mañana. Aún el sol no había clareado el cielo cuando se había obligado a tomar un café en el bar de abajo. Había helado no solo en la calle. Su sonrisa se había quedado congelada tras una llamada que prometía traer buenas nuevas y que se tornó en no tan buenas.
Las etapas se cierran. Es lo que pensó. Cierra puertas para abrir ventanas. Siguió pensando.
Aquel jarro de agua fría también había dejado petrificado su capacidad de resiliencia, al menos de momento. 
Necesitaba masticar todo lo que había pasado. Necesitaba pasar por la más absoluta ira para poder aceptar aquello que había cambiado su vida.
Un escalofrío le recorrió la espalda y de pronto quiso romper todo. No lo iba tolerar. No lo pondría fácil. Quizá perdería, sí, pero sería luchando. Caería alguna vez, sí, pero lo haría de pie. Ya se acabó la sumisión, se acabó quedarse en la servidumbre merced al temor que otros provocaban a su paso. El gesto de bajar la cabeza o mirar a otro lado se habían terminado. Su barbilla miraba al techo, firme, sin temblores, y las lágrimas seguían en su sitio.

Efectivamente esa era su arma, ya no tenía miedo. 

martes, 5 de febrero de 2019

Los días que quedan

Tengo, desde hace unos meses, necesidad de salir más allá del muro que me ata. Dos dias llevo horrorosamente compuestos de problemas sin fácil solución, y dos dias que llevo escondiendo la cabeza en la arena como lo haría un avestruz cuando llego (tarde) a casa. Me estallaría la mente si no lo hago, porque el estrés que acumulo pasa factura, pero lo mantengo a raya por mi salud mental. 
Cuento los días y los voy tachando en mi calendario, esperando que lo malo conocido no sea lo mejor. 
Y así han pasado sin gloria lunes y martes, y esperando me hallo al jueves porque mañana tampoco mejoran las borrascas que se posan allende los mares. ¡Qué hartura, muertesol!