No soy una apasionada de la música, pero me gusta mucho. Es una de esas cosas capaces de hacerme sentir emociones y darme felicidad.
Cuando tenía unos once años mi hermano trajo a casa a un amigo que venía con una cinta de cassette y al colocarla en la radio empecé a reconocer una canción que alguna vez había oído. We will rock you me atrapó. Al poco, en casa había ya una cinta original de grandes éxitos propiedad de mi hermano: portada azul oscura con el escudo de Queen en dorado y un sin fin de canciones increíbles. Ya por esa época los Beatles ocupaban gran parte de mi escucha musical en un vinilo también recopilatorio, y ambos grupos habían desaparecido por la muerte de sus líderes. Soñé mucho tiempo en haber vivido otra época para poder asistir a sus conciertos y perdí el tren de ver actuar a Queen con Paul Rogers en el 2008. Pero ese tren ha vuelto a pasar ocho años después.
Hace una semana vibre, canté, grité, lloré como una adolescente y me emocioné al recordar a un genio de la música que descubrí cuando ya dormía el sueño de la muerte. Estaba tan cerca de Brian May que casi podía tocarlo. Y Adam Lambert, ese chaval con una voz sensacional que a la primera oportunidad anunció que amaba a Freddie, que solo hubo un genio y quería solo rendirle un bonito tributo con la suerte de contar con la música maravillosa de Taylor y May.
Y yo tengo que dar las gracias a mi hermano, que ha sido el que ha hecho posible vivir esta experiencia y tener la oportunidad de enseñaros unas fotos que ya guardo para siempre en mi retina...