martes, 24 de noviembre de 2015

Hoy necesitaba hablarte

Hay veces que se tienen ganas de hablar. El otro día leía una crónica a cerca de una enfermera a la que su marido tachaba de heroína. Yo no creo que lo seamos, sinceramente. Pero subrayo un par de frases en las que me siento identificada. Una de ellas decía que había veces que, después de trabajar, la chica venía a casa y se mostraba reticente a comentar qué tal le había ido el (mal) día. Había sido un día difícil. Derrotada, aun así sacaba fuerzas para hacer la cena y robarle una carcajada a su hijo. Otros días, decía el escrito, estaba deseando llegar a casa para contar algo maravilloso, algo de alguien que en las urgencias del hospital donde trabajaba, había salido bien parado.

Mi vida laboral ha cambiado mucho en los últimos dos años. Cuando estudié enfermería siempre me imaginé con mi pijama blanco de hospital, recorriendo el pasillo con el carro. Recuerdo que, justo antes del verano del 2013, me pasaba las tardes en los grupos de whatsapp riéndome de cualquier cosa, descubriendo que eso que parecía un chat dentro del móvil, te mataba el tiempo de algunas tardes después de trabajar. Llegaban los fines de semana y si no estabas de guardia, podías respirar tranquila sabedora de que nadie que no fuera a ofrecerte un café a cambio te iba a llamar para exponerte un problema.

Hace dos años una llamada me cambió la vida. Alguien me ofrecía un puesto de responsabilidad que me iba a abrir alguna puerta más. También me cerraban otras, como todo supongo. Esta llamada me ha dado hoy día la posibilidad de meterme en otro de los mundos de la enfermería por la que tengo devoción: la enseñanza. He ahí el problema, la asistencia, más la coordinación, más la enseñanza me roban las veinticuatro horas de un día que se me antoja a veces más corto de lo que debiera. 
No se si ahora estoy mejor o peor. Sé que estoy distinta. Tengo muchos proyectos que se agarran a mi situación y quiero, poco a poco, sembrar al menos parte de las semillas para poder recoger un fruto del árbol público algún día. 

Tú sabes que mis frágiles me esperan en casa a que les de una palabra de aliento, y he tenido poco o nada de tiempo para dedicarles, para todo el que merecen. Pero hoy, no me malinterpretes, necesito dejar de tener en el horizonte que mis frágiles algún día dejarán de existir y se llevarán, como te has llevado, un pedazo de mí. 

Hoy quería hablarte y he podido mientras te miraba, no se si me has escuchado. Espero haberte podido ayudar... Pero hoy ya es un día difícil y ya, ya no tengo más ganas de hablar.  

lunes, 16 de noviembre de 2015

No puedo entenderlo. Otra vez.

Vuelve la sin razón. Vuelve uno de los sentimientos que más daño nos hace a la raza humana. Vuelve la venganza, el odio y el castigo, ahora en forma de bombardeos a un entorno saturado de violencia.

Hace dos días escribía en contra de la barbarie acontecida en París. Hoy lo hago en contra de la generalización, en contra del descontrol, del caos, de la sangre derramada a golpe de explosivo. Francia ataca. Lo hace dolida. Y yo no se qué vendrá ahora. Estoy entre el noqueo y la desolación. La humanidad se ha vuelto definitivamente loca. Un estado de guerra se ha apoderó hace tiempo en sentimientos entre Europa y el Estado Islámico, y ahora se ha convertido en real. Una guerra donde no hay batallones que van al frente a luchar, donde no hay trincheras ni soldados que aguardan tras de ella para esconderse y disparar al vecino, temblando de miedo al saber que una granada puede hacerlos saltar por los aires. Sabiendo que, quizá, ese sea el último día de sus vidas.

La guerra ha evolucionado. Y yo solo aclamo a la conciencia de los más poderosos y les pido dar una vuelta de tuerca más. No se cómo, no sé qué se puede hacer ante una persona que no le importa perder su vida para quitarla a cientos. No sé qué se puede hacer ante un pais que manda un ataque de más de una decena de bombas. Solo se el porqué debe evitarse esto...

Hay una frase que desde niña he escuchado y que retumba en mis oídos desde las ultimas veinticuatro horas: "Ojo por ojo y el mundo quedará ciego".

sábado, 14 de noviembre de 2015

Je ne peux pas comprendre....

No lo puedo entender. Como yo, muchas personas han leído o se han pegado horas frente a la televisión para ver la barbarie de París. La piel se eriza como se erizó en otras ocasiones en nombre de una ideología hipotecada a muchas mentes enfermas. ¿Cuántas muertes ha habido ya en nombre de un dios? Cristianos, judíos, musulmanes... La religión trae la miseria para el que la usa para reivindicar sin respetar. 

Cada año, cada década, cada siglo tiene matanzas entre iguales con diferentes creencias, entre humanos que sin conocerse se quitan aquello que les fue regalado y que no es de nadie más que del que la posee: la vida. Ninguna religión merece ni una gota de sangre. 

No hay derecho.  No hay comprensión, ni perdón. No hay justicia ya para tal masacre. No hay palabras... pero se me viene a este nudo que tengo en la garganta una canción de un genio que pidió la ausencia de cielo o infierno, la ausencia de religiones que nos enfrenten, la vida con libertad y con paz... Soñar sigue siendo gratis.


Nothing to kill or die for/ And no religion too/ Imagine all the people/ Living life in peace 


                       -----#NotInMyName #PeaceForParis #TodosSomosParis ------

viernes, 13 de noviembre de 2015

Entresuelos

No hay nada más relajante que un masaje en los pies. Esas extremidades de nuestro cuerpo que soportan nuestro peso y que nos llevan a caminar por cualquier tipo de suelo, incluso si este de repente se convierte en una nube de sueños. 

Tener los pies en el suelo, dicen, es señal de madurez o de ser sabedor de la realidad que a uno le rodea, aceptándola y preparándose para una acción en tiempos y formas socialmente correctas. Pero en esta expresión tan extendida yo siempre me he preguntado a qué clase de suelo se refiere. 

El suelo puede ser de arena, que se revela con un soplo de levante. Puede ser de asfalto, que repele calor en una tarde de verano. Puede ser de corcho botante en un parque infantil, de barro resbaladizo en un campo encharcado por las lluvias de otoño, de mármol en una gran construcción civil, de piedra una enorme catedral del siglo XV, puede ser hierba, gravilla, nieve o cristal de doble capa como el del puente del parque de Shiniuzhai, que te deja ver lo que está a tus pies, cientos de metros abajo. 

Y luego está qué tipo de calzado utilizas. Yo adoro estar descalza, me siento libre cuando mis dedos están en contacto con la atmósfera. Pero es cierto que, depende de tus zapatos, así notarás el suelo en el que pisas... porque atrévete a decirme que tienes los pies de la misma forma en el suelo con tacones de aguja que con unas deportivas con cámara amortiguadora. 

Como todo, depende de qué tipo de elemento nos sujete para encerrar las grandes diferencias en matices de sensaciones. Lo cierto es que, independientemente por donde camine, a la persona que prefiere ver pájaros volando por el cielo en vez de dentro de su cabeza, le suele ir mejor en la vida. 

sábado, 7 de noviembre de 2015

Sol

No he visto apagarse el fuego, pero seguiré queriendo estar para encenderlo el año que viene. La tierra gira a veces al revés, pero las hojas vuelven a caer como cada noviembre en aquella calle para volar con el viento quieto en un día que más parece de verano que de otoño, con pocas nubes y un sol radiante en el cielo y otro en el suelo.  

Aún queda mucho por delante. Muchos años. Muchos días. Muchas risas. Mucho por vivir. Mucha vida. Mucho Sol.

¡Felicidades!

lunes, 2 de noviembre de 2015

Lunes. Fiesta.

Hoy es lunes. Normalmente no me gustan, como a casi todo el mundo, pero a mí hoy me gusta este lunes. Hoy llueve.
En días donde el agua cae encharcando las calles, me gusta quedarme en la cama con la persiana a mitad de camino y, en silencio, deleitarme con los sonidos de la lluvia ¡Cuán diferente es esta situación a la de tener que mojarte por fuerza! 
Me he planteado hace un ratito si es el día de hoy un regalo o una simple casualidad en el calendario el hecho de encontrarte con esta incesante lluvia en un día que no se trabaja. Y aquí me hallo, escribiendo desde la cama, callada, con una luz grisácea de nubes bajas y con la única preocupación de que el frigorífico está en la otra punta de la casa y que me voy a tener que levantar para el desayuno.

Todas las preocupaciones, hoy, fueran esa.