domingo, 25 de octubre de 2015

China.

Las diferentes culturas que hay en esto que llamamos planeta Tierra asombraría a cualquier otra raza alienígena que quisiera poner a sus gentes sobre su faz. Pero si hay un continente de contrastes por excelencia, ese es Asia. 
Los asiáticos son personas curiosas, capaces de edificar la (segunda) estructura artificial más grande del mundo en pocos años con una altitud de más de seiscientos metros y tener la higiene íntima de sus pequeños a la intemperie (con pantalones con aberturas allá donde la espalda pierde su casto nombre para facilitar la salida de desechos humanos y quién sabe si también la entrada de todo microorganismo que se cruce por su camino). De cualquier modo, China es un lugar para visitar. Desde la ciudad de Pekín en sus hutongs hasta la visita más turística con la increíble Gran Muralla en Mutianyu y su tobogán (imperdible!), y pasando por la Shanghái más moderna con los miles de espacios que ofrece al mundo. China sorprende al visitante con cantidad de lugares dignos de disfrutar y con unas costumbres que chocan con las occidentales. Yangshuo, con las impresionantes montañas kársticas franqueando los ríos Yulong y Li son un reclamo que el ojo no debe perderse mientras baja la corriente por las barcazas de bambú y deja relajar la mente de las preocupaciones. 

Hace poco más de seis meses hice la promesa de venir a China a compartir vivencias con dos buenos (al final fueron tres!) amigos. Dije que nada se me había perdido aquí exceptuándolos a ellos, pero ahora se que mucho me queda por ver. No sé si volveré o no, puesto que estoy ansiosa por visitar otros destinos europeos cuanto antes y la economía de guerra ha comenzado, pero lo cierto es que este viaje han sido unas vacaciones estupendas, con unos anfitriones maravillosos y una compañera de viaje perfecta. 

Solo me queda agradecerles a todos sus risas, cantes, su hospitalidad y su mera presencia, porque me lo he pasado pipa!! Así que... Xié xié!! 



miércoles, 7 de octubre de 2015

Proyección

Laxo, el alambre con dos manteles tendidos y lo que parecía ropa interior de dimensiones curiosas se mecía a merced del viento del oeste. Tres bocinas de sendos coches parecían debatir sobre qué sonido era el más estridente aun cuando el sol no había asomado por el edificio Atlántico. Llevaba la ropa manchada de ayer y unas ojeras adornaban los preciosos ojos color miel del insomne.
En la ventana, con un porro encendido tras un buen trago de Chivas, observaba el taxi de minusválidos que había venido a recoger a un señor que hacía años perdió la gracia de andar. Calada tras calada, se iba sumiendo en el baile de las ideas a la vez que su ritmo cardíaco se volvía más y más lento. La golondrina parecía moverse a cámara lenta. Ahora necesitaba estar colocado. Necesitaba salir de su cuerpo, proyectarse más allá de la realidad de calles malolientes y ruidosas que lo rodeaban. 

Se miró la mano. En ella, el vaso con un culín de whisky dejaba entrever la marca de sus huellas alrededor. Al fondo de la habitación el cuadro heredado de su abuelo materno lo observaba con altivez, ceño fruncido y brazos cruzados, parecía decirle que aquello que hacía no estaba demasiado bien. Sus pensamientos volaron hasta sus trece años. Movió la cabeza a derecha e izquierda en un intento de evitar esos ojos inquisidores, solo tapado con el reflejo de la lámpara en el cristal. Esos ojos... no podía quitárselos de la cabeza. Aquella pintura había captado todo lo que eran capaces de decir esos ojos. Entonces, con toda la fuerza que creía tener, estalló el vaso haciendo añicos ambos cristales, y corrió hacia el lienzo. El carboncillo fluyó como la sangre de una herida y en ese momento supo que había tocado el cielo y el suelo, que esa y no otra sería su obra maestra. 

lunes, 5 de octubre de 2015

Alma

He conocido la miseria del ser humano y he compartido su grandeza. He subido montañas y saltado de sus barrancos. He buceado por océanos y mares y he corrido por sus playas y campos. 
He sentido la velocidad al calzarme mis patines y me he empapado con lluvias de verano a lomos de una moto.
He hecho música y he sentido en mi piel la que he escuchado.
Las diferentes culturas que habitan en la Tierra no me asustan pero me siguen asombrando.
He visto nacer, morir y estar muerto en vida. 
Sé lo que es echar de menos, y echar de más, amar y odiar, esperar algo con ilusión y encontrarte en medio de la desesperación. He sentido la alegría y el dolor ajeno en acto de empatía continúa. Y me han dado igual muchas otras cosas que quizás deberían haberme importado.
Lo curioso del hombre es que siente ansias de más mientras su alma esté despierta. 
Yo quiero vivir porque mi alma vive, pero quiero a mi manera, sin reglas más allá de las lógicas de convivencia, sin cotilleos que susurran a doblar las esquinas. Sigo siendo yo, y lo seguiré siendo. 
Y si soplan vientos de diretes, sentir que así soy feliz y que nada importa si ese es mi mayor deseo. 

domingo, 4 de octubre de 2015

¡Ánimo campeonas!

La vida puede cambiarte un día con una sola llamada de teléfono. Esa, que se produce cuando alguien que hace su trabajo ve en una imagen una masa densa compatible con algo maligno que tiene muchos nombres pero una sola realidad, la necesidad de luchar contra ella. 


El cáncer se posa suavemente en muchas familias y arrasa en muchas otras. Todos somos víctimas potenciales de él pero la habilidad del humano, con sus investigaciones y cuidados, hace que podamos hacerle frente.

Las mujeres cada año, con la marea rosa que se produce en la carrera de la mujer, reivindican el derecho a la lucha, su gratitud a las que lo hicieron contra el de mama, su aliento a las que lo padecen y su esperanza en las mentes de las que nacen las medidas para prevenir y ayudar a superar esta enfermedad tan extendida. 

Y luego está la fuerza de las que les toca sufrir en sus pechos biopsias y amputaciones, mamografias y alguna que otra operación para minimizar el impacto y poder vencer. Otras, simplemente, no ganan.   

Va por todas esas mujeres mi admiración. Se me llenan los ojos de lágrimas y la piel se me eriza. Por las que están y se vieron las caras contra el cáncer. Por las que ya perdieron su batalla. Por las que siguen luchando y por las que tendrán que enfrentarse a ese momento que cambiará su vida. 

A todas ellas, ¡Ánimo: estamos con vosotras, campeonas!