jueves, 31 de diciembre de 2020

Cierre y vuelta a empezar

Los días han pasado y el último del año 2020 asoma las primeras horas. Y cuántas cosas han pasado... Cuántas cosas que nunca imaginamos han empapado cada segundo de nuestra realidad, esa que ahora tiene el apellido "nueva" delante del nombre, como los adjetivos en inglés, que parece que llevan prisa para describir lo que acompañan. 
Yo, sinceramente, tengo que dar las gracias. 

Gracias porque la sangre de cordero hizo efecto y la muerte pasó de largo como en el Éxodo por casa de mi familia. No llegó la enfermedad tampoco este año a abofetear a los míos- y la salud, ya hemos aprendido casi todos en tiempos de pandemia, es lo más preciado que tenemos-. 
Tengo que agradecer mi lugar de trabajo, alejado de EPIS incómodos las doce horas de turno y cerca, a la vez, de gente maravillosa y pacientes de baja estatura que te ganan con una sonrisa y un chupetón, pero no en el cuello, si no a un biberón. 
Tengo que agradecer la soledad buscada y la compañía encontrada; redescubrir a los míos a través de videollamadas. Tengo que agradecer la comida y la bebida en la mesa, los paseos tras el confinamiento, el aire fresco en la azotea cuando no podíamos salir, la pintura, la escritura, la lectura, la música. 

Sentirme viva. Seguir viva.

Tengo que agradecer los nuevos descubrimientos personales, los reencuentros con mi gente y conmigo misma, y las lágrimas que he derramado, que han sido muchas (hace un rato unas cuantas, sin ir más allá...) pero no prometo que sean las últimas. 
Tengo que agradecer cada risa, cada abrazo imaginario, cada abrazo robado con mascarilla, cada beso, cada palabra sin voz ahora que nos hemos hecho expertos en miradas cómplices.
¡Cuánto me asombra cómo nos adaptamos los humanos! 

Este año ha tenido mucho dolor. El que entra vendrá también, por desgracia, con pérdidas personales, con dramas familiares, con olas y ahogadillas y boqueadas de aire fresco tras buscar branquias en los costados, aletas en los pies y manguitos para salir a flote en este mar inhóspito creado por el coronavirus. Llega el momento de cerrarlo para avanzar, para volver a ser lo que fuimos... Libres. 

Por un 2021 lleno de familia, de amigos, de salud, de vacunas, de savia nueva. De vida. 



sábado, 12 de diciembre de 2020

Oh, Supervisora.

No se por donde empezar. Bueno sí, voy a empezar por lo negativo, querida Juana. 
- ¿Y la súper?- en el control de la séptima norte me mandaban a la séptima sur. 
- Hola, ¿y la súper? - en la séptima sur, me mandaban al despacho, ya vengo de allí, pero allá que voy. Y allí, ahora sí, te encuentro. 
Me traías muchas veces de cabeza, ¡lo sabías y lo peor es que te daba lo mismo! ¡Cuántas veces me llamaste para que intercediera por ti para una inscripción en Neumosur o en cualquier otro congreso!  "Tengo que hablar contigo" era la frase más recurrente, y ya sabía que me iba con deberes a casa. "Me falta una bipap" era la segunda... Y a mí sí que me faltaba cogerte de la oreja y llevarte al despacho para buscarla contigo. Tu cara de no haber roto un plato cuando la encontraba. ¡Me partía de risa a la vez que te mataba! Se te ponía cara de niña traviesa, la sonrisa se te hacia más infantil, con una mueca de vergüenza. 
Abre el armario, miarma, el de la derecha, abajo, allí seguro que hay alguna, que parezco tu madre. Ah, no está, pues ahora me tengo que pelear a ver si os ponen otra...A ver, ya te digo algo, pero tú buscala. ¡Pues buscala más! ¡Pues pones una enfermera de más que de vueltas y las busque mejor! Sí, sí, ya veo la planilla que te falta una... ¿A quién hay que llorarle para que te manden del retén, que voy contigo? ¿No se le habréis dejado a medicina interna la bipap? No, las tubuladuras del Alto Flujo no las damos nosotros, eso las compra el hospital. Y tampoco tengo que darte esa mascarilla, que no está en catálogo. ¡¡Y que yo no soy quien te tiene que dar el dinero para las inscripciones, habla con Manolo!! Sí, yo lo llamo ahora para decirle que lo estas llamando para eso, pero los ojos de cordero degollado no me los pongas a mi. Ah, otra para inscripción para Rosa, sí, sí, yo me río ¿y tu con esa cara? ¡Pues dame ese caramelo entonces! ¿Te llegó el listado de equipos que tenéis que tener con las matriculas nuestras? Vale, te lo mando otra vez, pero te lo he traído impreso también. ¿Una ELA ingresada? Ahora me paso y le echo vistazo ¿Sabes donde está Emi?, tengo que verla para un tema de prescripciones. Sí, yo estoy hasta el infinito y más allá por no decirte hasta el coñ... Hoy me queda tela por aquí, así que sí te hace falta algo, voy a estar dando vueltas y luego al infantil...¡A ti te daba yo mi puesto! ¡¡Que no, que no, déjate, yo el tuyo si que no lo quiero!! 

Ahora lo positivo, compañera. 
Te he visto crecer como supervisora. Creo que debes tener el récord de tiempo en el puesto... No te recuerdo en otro en todos estos años, y son 10 ya los que te conozco. 
Lo de arriba, Juana, era parte del trabajo. Lo más feo de mi trabajo: la parte comercial, sin yo ser nada de eso. Tú lo sabías, me habías conocido siendo enfermera rasa cuando empecé a llevar la ventilación del hospital, y cuando cambié de funciones y estábamos en tu despacho y me apretabas las tuercas, nunca perdiste la sonrisa. Con esa voz socarrona pedías y luchabas por tu servicio, veías en mi una aliada y siempre me trataste como una compañera. A pesar de que lo de arriba, para mi, era un suplicio, me lo hacías fácil, ¡aunque me dieras una pullita de vez en cuando y me tiradas a ver si caía algo! 
Cada vez que te veía en el pasillo tampoco fallaba esa sonrisa en medio de tu cara. 
¿Mis enfermeros bien? ¿Y tus niñas, cómo van? ¡Ostras, qué grandes! Ya mismo feria. Hombre, nos tomamos tres cervezas en la Separ o donde haga falta ¡No me digas que vienes a nuestro hotel! Claro, hablo para cena. ¿Uno más? ¡Anda que tu marido se lo va a perder! 
Tres días han pasado y las RRSS me siguen bombardeando con tu figura. Tres días y apenas puedo creerlo. 
Eras divertida. Eras buena persona. Eras buena compañera y una referente en el campo de la enfermería neumológica. 
El mundo se ha perdido un gran ser contigo, el Hospital una gestora cercana, y tus compañeros una mano amiga, sin duda. 
Y aún hay gente que niega que el virus maldito exista y mate. Y a tí, demasiado pronto, demasiado joven. La enfermeras estamos de luto. 
Seguirás en mi recuerdo con esa sonrisa de niña pequeña cuando me veías al final del pasillo y seguirás con esa otra de pilla cuando conseguías algo. La sonrisa. Todo el rato, en cada momento, en cada situación. Eso es imborrable. Son muchos años que la llevabas siempre puesta... Y deberían haber sido más. 

Vuela, Juana. Descansa en paz, súper. 

domingo, 22 de noviembre de 2020

Lo positivo

Hace un par de días vi un vídeo de una chica a través de las redes sociales. En él, aparecía sirviéndose una copa de vino y relatando los propósitos que había escrito para este 2020. Ni que decir tiene que no ha cumplido ninguno en este año raruno que nos ha tocado vivir. Se reía con una risa nerviosa y muy contagiosa, y yo, la verdad, me llevé toda la mañana viéndola en bucle y uniéndome a su guasa, ¡Qué risas! 
Me acordé que yo suelo hacer algo parecido y, bueno, el resultado es similar, desde luego. ¿Quién iba a pensar en un futuro así? Yo presentía que iba a ser un buen año y, sinceramente, ha ido en un fifty-fifty entre lo negativo y lo positivo, en un baile contínuo de piruetas emocionales. 
Queda poco más de un mes para acabarlo y soy incapaz de saber si me acordaré de lo bueno que me ha pasado cuando vayan sumando los años. Por eso, hoy escribo esto, para recordarme que lo bueno también pasó, para no dejar que el dolor lo borre. Y lo maravilloso es que todo lo bueno que he tenido ha sido gracias a la gente que me rodea. 
Una vez dije que era rica por los amigos y familia que atesoro (atesorar... Joder, qué palabra más bonita). Hoy lo reafirmo porque, con estos días de encierro, no me he sentido sola... Y eso teniendo cuatro paredes solo para mí, es mucho. 
El veinte-veinte ha sido un año de reafirmacion, de reflexión y de descubrimientos. Seguís aguantando a esta persona solitaria pero social, alegre en tragicomedia que aliña su estómago lo mismo con ensalada que con dulces o boniato al horno, y su alma con gente diferente y música variopinta. 
Queridos míos, gracias por ser navegantes que siguen esta corriente que a veces marcan el viento de mis velas, aunque no siempre vayan en la dirección que queráis... Eso es lo más positivo que tengo: que sabéis, como dijo Lorca, dejarme las alas en su sitio, que yo volaré- seguiré volando- bien.


domingo, 15 de noviembre de 2020

La vida eterna de las palabras

Aquello de que las palabras se las lleva el viento siempre me ha parecido más un eufemismo que otra cosa. Que si se le tiene que decir a alguien que no se confía en su persona, se le dice y punto. 
En estas estaba yo cuando de repente me suena un mensaje en el móvil y me veo, pantalla en mano, unas palabras escritas que me invitaban a leer cierto primer capítulo de una novela de realidad distópica ambientada en mi extrañada Sevilla (qué te echo de menos, Sevilla mía, ahora que mi querida Utrera mira más a los contagios por Covid19 que a la cornamenta que le pone de vez en cuando su hija, aquí presente).
Aquel revés de mis acontecimientos de un domingo de cuarentena cualquiera (acertaste, soy positiva por SARS-COV2 y aquí lo dejó reflejado para la posteridad: ¡Yo sobreviví al Coronavirus! ) hizo plantearme lo curioso que resulta leer lo que una vez alguien escribió. 
Yo misma me sorprendo y no me reconozco en muchos de los textos que este humilde blog tiene, y pienso en los escritores, que algunos cuentan con decenas de obras, y me pregunto si a estos genios de las letras les pasará lo mismo. 

¿Leyó Cervantes su Quijote mucho después de publicarlo? ¿Se arrepentiría de alguna parte? ¿Dudaría acaso de su autoría en algún pasaje? 

Las palabras se las lleva el viento. Tienen una vida corta en esos labios y pasan al receptor por martillo, yunque y estribo para perderse, pasando por el nervio, en los confines de su memoria. Estas que escribo ahora y que tú lees, llegaran a ella también aunque por otros medios y se perderán al igual que yo las perderé, probablemente, hasta que las vuelva a encontrar, haciéndolas eternas en el mapa de bits de un blog que una vez quiso ser entalpía. 

martes, 27 de octubre de 2020

Volver a empezar

No se si hay ya una entrada con este título. Igual sí. Lo que sí hay es una entrada con el mismo hilo: la Pandemia. 

Ha llegado ya una ola que, por la magnitud que está cogiendo, parece más un tsunami que otra cosa. A fecha de hoy, tenemos las mismas camas ocupadas en el hospital en el que trabajo que en tiempos del confinamiento, con la diferencia de que, por aquel entonces, la gente se quedó en casa y pararon los ingresos. 

A fecha de hoy, en mi hospital, hay casi 200 profesionales en sus casas por ser positivos o por haber estado en contacto estrechos con positivos. 

A fecha de hoy, conozco, de manera más o menos estrecha, a casi 30 personas que han padecido o están padeciendo la enfermedad. Veintiocho personas más que en Marzo. De ellas, una ha muerto por Covid19 y a tres les han quedado secuelas. 

A fecha de hoy, los sanitarios volvemos a tener miedo. Pero la mayoría de la gente no. Y ese es el problema. 

A fecha de hoy, hemos tenido que volver a empezar a vivir con la guardia en alto, cuando lo más efectivo para esquivar al virus es que esa guardia nunca se tendría que haber bajado. 

Por favor: Mascarilla bien puesta. Ventilación en los espacios. Lavado de manos. Distancia de Seguridad. 


martes, 8 de septiembre de 2020

Regalo

Hace mucho que supe que quería ser enfermera. No es la primera vez que hablo por aquí de mi profesión. Pido al lector perdón y paciencia, pues puede que no sea tampoco la última. 
Hoy me han pasado un audio de María José, una expaciente a la que traté durante cuatro meses hace ya más de ocho: la tuve en planta de hematología y dejé de ser su enfermera cuando, allá por final de Enero de este año, se me acabó el contrato y me fui con mis bártulos a la guerra que es la observación de urgencias del Hospital General Virgen del Rocío. 
El audio era un audio de agradecimiento, le dan el alta hospitalaria (¡Brava!) y ha querido irse nombrando a sanitarios y no sanitarios que le han ayudado en este trance que supone tener cáncer. 
Mi nombre aparecía en ese audio. Después de tantos meses de tratamiento, mi granito de arena ha formado parte de esa montaña que la ha hecho salir del pozo del cáncer, y saberte parte de eso es sencillamente maravilloso. Hoy ella se ha acordado de que lo puse ahí, y me ha nombrado, y no hay mayor satisfacción que la de tener la certeza de haber ayudado a alguien. 

Tengo la profesión más bonita del mundo, a pesar de negacionismo actual, a pesar de los malos momentos, de la pérdida de vidas tras meses tratándolos, a pesar de ver la miseria humana, de las patadas en el culo que nos damos para llegar a todo y a todos, a pesar de las noches sin dormir y los días agotadores. Tengo la profesión más bonita del mundo y la suerte de haberla elegido, porque es una suerte amar lo que se hace y porque, a pesar de todo, hay momentos mágicos que hacen que todo eso valga la pena.  

Gracias a tí, María José, por este gran regalo. 
Cuídate mucho... Y ya sabes, ¡Nos vemos en los bares! 

lunes, 17 de agosto de 2020

Brillantina

A mitad del mes de los Leones siempre es parada obligada el dia de hoy. Mirar atrás, mirar hacia adelante. 
Tu cuerpo soporta un año más, pero es más fuerte por derecho propio, con sudor de tu frente y trabajo de tus piernas. Tu mente es 366 días más sabia y bastante más sana; tu corazón sigue siendo grande y late con ritmo, como con ritmo bailan tus caderas con Bad Bunny, como rompe tu voz la garganta con Pablo López o se emocionan tus ojos con Peces de Ciudad de Ana Belén: con alma, con fuego. 

Quizá no exista el karma, sea verdad la obviedad de pasan cosas buenas a personas malas y malas a personas buenas. Sí, dicotomía lo llaman, y si existiera justicia divina y parcelas en el cielo, habrían de remendarte putadas pasadas con mansiones autolimpiantes. 
Pero una vez te dije que quien siembra, recoge. Hoy añado aquello de que quien guarda, halla; y tú siembras arte y guardas amor. Imagina lo que encuentras y recoges. 

Brilla siempre, corazón, como hoy, como hasta ahora. Sigue regando(nos) el mundo con brillantina muchos años más. 

Feliz día, FELIZ VIDA. 

domingo, 2 de agosto de 2020

Comunidad

Cuando dos personas se quieren, se nota. Cuando en ellos hay esperanza y alegría e ilusiones, además, se transmite a los demás como un dominó que empuja aquel que había preparado con esmero la fila de piezas, una tras otra, para aquel preciso instante. 
Siempre he creído que lo bueno, si es compartido, es capaz de hacer feliz a muchas personas diferentes, y hoy su amor ha sido compartido en torno a una Comunidad que ha cantado y bebido, bailado y comido con las mismas ganas con las que han pedido una larga, próspera y feliz vida a los novios que se desposaban.

Todas las novias están guapas, pero hoy Isa estaba radiante. Todos los novios están apuestos, pero hoy Isaac era un galán. Y no es por la guapura que salia de cada bucle del pelo o de cada poro de la piel, que también. Lo bonito es que su amor se ha transmitido más allá de las creencias, y, si hay un Dios, desde luego hoy andaba entre San Pablo y Salteras.

Feliz vida, pequeños, no vais tarde... Vais justo a tiempo.

sábado, 11 de julio de 2020

Personajes: Manuel

Manuel es un chicarrón de 13 años que por cuerpo podría ser de 16 y por ternura de 5 o 6. Lleva luchando con su cardiopatía desde que era un bebé. Tiene el pelo negro como el tizón, y ya tiene marcas de patitas de gallo en sus ojos de sonreír cuando entras en su habitación. 
Es un amor de niño. Uno de esos que, por educación, por la forma de mirarte con las cejas arqueadas y sus ojillos oscuros y por la sonrisa de galán que atesora en su cuerpecito de oso amoroso, hace que te enamores de él irremediablemente. Manuel es mi Manuel, nuestro Manuel, el Manuel de toda la planta de Cardiología pediátrica. 

Manuel nos dio un susto el otro día. Le veía mirarme con miedo mientras yo le sacaba analíticas, mi compañero lo monitorizaba y mi compañera le pasaba a chorro un suero para intentar estabilizarlo. Yo, todos, lo intentabamos tranquilizar. Le prometía aprenderme las Skin del videojuego al que está enganchada la chavalería de ahora para recitársela cuando volviera de UCI, acariciaba su pierna mientras le hacían una ecocardio a pie de cama y le agarraba la mano a su madre, a la mamá Osa de la que ha heredado esa sonrisa sincera, sonrisa que entonces se había transformado en un puchero infantil: No es más que un niño. 

El corazón se nos paró a todos, la cosa no iba bien, durante el turno esperábamos noticias de quirófano. Cuando vinieron a contarnos que Manuel estaba grave tras dos intervenciones urgentes, pero había salido, una vez más, adelante, volvió a latir. 

Ayer vino a nuestra unidad otra vez. Y hablamos del Fortnite, de las skin y del tiburón con mandíbula dorada, de la inundación de la temporada 13 y de los subfusiles. De que su hermano era mejor que él, y eso a él no le importaba. Y se rió, y acordamos que se traería otro mando. 

Y su sonrisa y esa mirada volvieron a iluminar toda la planta, mucho más que un sol de primavera. 

jueves, 4 de junio de 2020

Puntos y seguidos.

Vaivén. Vacío. Vale. 

Voy. Vertiendo. Viajes. Truncados. Torcidos. 

Tengo. Testa. Triste. 

Tus. Pies. Perfectos. Piensan. Pedirme. Permiso. Para. Lograr. Leer. Lívida. Lúgubre. Luz. 

Lenta. En. El. Espacio. Eterno. Entre. Escenarios. Misteriosos. Mis. Muecas. Mienten. Mis. Manos. Callan. 
Cuentan. Conversaciones. Cenando. Con. Corazón. Sin. Saber. Sentimientos.
 
Sintiendo. Supo. Sanarlas. 

Gran. Gesto. Generalmente. Gélida. Gozó. Ganancias. 


sábado, 30 de mayo de 2020

La casa entre plantas

Los que me conocen, saben que adoro a los animales, si bien es cierto que ahora mismo descarto tener alguno compartiendo mis días por aquello de la libertad que me da no tener que cuidar de los amigos peludos. 
Sin embargo, nunca he sido muy dada a cuidar plantas- y eso que la palabra cuidar es la que define más a lo que me dedico- porque a excepción de los cactus, había un "vegeticidio" ligado a tenerlas bajo mi protección. 

Últimamente, me ha entrado la gracia, el don, el saber o la delicadeza que me ha permitido que las plantas no se vayan a por pipas a primeras de cambio, y oye, ni tan mal. 

Me acompañan en mi humilde morada un Kalanchoe blossfeldiana, con flores amarillas, un par de Gitanillas, una Cinta o Malamadre (trasplantados en este momento 3 hijitos para regalar, y ayer regalé otro a mi amiga Mariqui y en su día regalé uno a mi señora madre), un Helecho, un Ficus benjamina (mi alegría en el salón, regalo de mi Amigo Albert), alguna aromática como hierbabuena y tomillo, un Photo (mi otro acompañante de las tardes, regalo de mi amigo Marco), un Bambú en su jarrón con agua, dos Cactus (regalos de mi amiga Lourdes y de mi adorado Rafita) y dos Aloe Vera (también sendos regalos de Noe y Silvia). 

Y aquí estoy, orgullosa de no matarlas, de que incluso me regalen flores y dispuesta a ir al vivero para pillar alguna que pueda poner en la cocina. 

Y esto tan tonto y a la vez tan bonito, es lo que tenía ganas de dejar aquí por escrito. 
Fin del cuento. 

martes, 26 de mayo de 2020

La nueva normalidad

Hoy he empezado otro blog. 
No me penséis mal... No tengo intención de dejar a este aparcado y olvidado, aunque no diga lo mismo el abandono fehaciente que le he hecho durante el confinamiento, ahora iremos a explicar eso. 
Es un blog profesional, dedicado a la enfermería en todos sus ámbitos, pero sobre todo en el técnico. Realmente llevo dos entradas, contando con la de presentación. Tengo ilusión por esto, y más cuando durante estos meses de locura vírica he visto a tantos compañeros dando lo mejor de sí, como yo lo he hecho a pesar de tener la suerte de no haber estado en primera línea de batalla de la Covid-19. 

No voy a mentir, he visto cosas inimaginables, muertes incomprensibles, radiografías blancas como la nieve en un abrir y cerrar de ojos. He sentido miedo por algunos amigos en primera línea, he tenido gente contagiada y dando positivo una y otra vez. He visto sufrimiento, he llorado y gritado, y aún hoy anhelo abrazar a mi familia. Sigo, de alguna forma, confinada a pesar de estar ya en la fase 2 de la nueva normalidad. 

El 18 de marzo fue la última entrada que hice en este blog que he ido alimentando, al menos, una vez al mes desde que lo tengo activo. He empezado muchas entradas, pero ninguna era diferente a lo que ponían en los períodicos y en las redes sociales. Todo coronavirus, fallecidos, problemas mentales derivados de la situación, crisis económica, falta de material, gente saltándose las normas, aplausos, llantos, canciones, resistirés, videollamadas, soledad, ejercicio, pan casero, dulces, ferias improvisadas en el Salón, pasos con cajas de zapatos y Union Vecinal. No había nada que yo pudiera aportar más allá de lo que recogerán las crónicas en lo que ha sido la mayor pandemia de la era moderna. 

Pero hoy ha salido el sol, y lo ha hecho con brisa fresca para acompañarme en la hora de deporte que he disfrutado por las calles de mi tierra. 
Y hoy hay menos dramas personales y familiares, y se ve un poquito la luz en el túnel que un bicho invisible construyó en silencio, el muy cabrito. 

Hoy estoy bien, y aunque me cabreen las terrazas llenas de gente sin guardar las medidas de seguridad y compartiendo cachimbas, me he tomado un café, y he acompañado a mi madre a una tienda. 

La felicidad era eso que teníamos y que ahora, poco a poco, creo que podremos recuperar. 

Ánimo, amigos. 

miércoles, 18 de marzo de 2020

Comienzo. Día 4 de confinamiento.

¿Cuánto es capaz de cambiar el mundo algo invisible como un virus?
Valga estas próximas entradas para hacer un diario de momentos, de actualidad pero también de sentimientos, de actividades y de quejas. Es, de alguna forma, una manera más de sacar la cabeza a un mundo que está paralizado por completo.

Día 4 de confinamiento:

Van unos apuntes solo, espero ir mejorando este diario, pero hoy no me sale mucho más.

Ayer estuve en el hospital. Hoy tengo turno de noche, voy a la misma planta, según la llamada que he recibido de mi supervisor hoy.
En la planta en la que estoy, en pediatría, la cosa está tranquila de momento, pero hay una palabra repetida cada dos o tres minutos y más cuando te dicen que te llega una sospecha de coronavirus y que tienes que hacerle el frotis nasofaringeo para confirmar o descartar el caso. Hay una calma tensa, como el cielo justo antes de comenzar a llover... negro, amenazante.

Ayer hubo dos test. Los dos negativos (claro, que casi siempre dan negativo en niños... Aunque siguen siendo portadores). La curva, en Sevilla, va lenta, pero se espera que suba como la espuma en unos días.

Hoy me he levantado hablando con mi amiga Mar para que me pasase protocolos de RCP en niños y todo lo que sus compañeros pediatras le pasen conforme al Covid-19. Efectivamente lo que me temía, ayer se hicieron los test mal y pienso que igual por eso eran negativos... se lo diré a mi compañera hoy para que al menos dos hayamos aprendido. También me ha pasado un documento del uso de mascarillas que ha mandado nuestro hospital y nos hemos reído, porque hay puntos que no tienen mucho sentido... pero las dos coincidimos: tienen que cambiar los protocolos porque no hay material de protección.

Escucho a los políticos y me río. Escucho a los Sánchez, Casados, Maragalles y demás y no puedo por más pensar que les van a caer al menos diez años por la presión de tener que gestionar esta crisis sanitaria que luego será económica. Y me obligo a no pensar cuánto tiempo vamos a estar así.

He limpiado la cocina, he hecho ejercicio online y he hablado con cuatro amigos por videollamadas. Hoy poco más me queda que siesta y preparar las cosas para la noche de hoy.

Yo estoy bien, preocupada, expectante, aún como en una pesadilla cuando veo las calles vacías, pero estoy bien.

Sale la noticia de una vacuna, pero para eso aún queda... Hoy 14000 infectados conocidos en España y casi 600 personas fallecidas. Y queda lo peor.

Una nota para la esperanza: La gente es maravillosa, sigo recibiendo mensajes de ánimo y recibiendo ayudas de los compañeros sanitarios de toda España y de todo el mundo con consejos, protocolos. Y sigo viendo que, cada vez más, la gente es consciente de que la única vacuna que de momento está vigente es el aislamiento...

La Vacuna eres tú

viernes, 3 de enero de 2020

veinte-veinte

Cuando de pequeña me decían los adultos que el tiempo se les pasaba volando, no era capaz de entenderlos. Para mí, con ocho o nueve años, las tardes se hacían eternas entre juegos con mi hermano. Ahora, llegados casi a este cuatro de enero de dos mil veinte me asombra pensar en los años noventa como si fuera ayer mismo... Y el tiempo se torna fugaz. Ya dejé la niñez hace varios años (décadas), pero a veces me siento como esa niña que quedaba por las tardes en la plaza para patinar. 
Sentada en el sillón de mi salón, con dos copas y varias canciones arañando mi garganta tras haber salido de ella con aliño de guitarra, siento que este año va a ser bueno.  Tengo proyectos, tengo las cosas meridianamente claras, me siento orgullosa de lo que he hecho, y, aunque tengo una pizca de rencor por ciertas personas, ellas no me impiden ver lo maravillosa que puede ser la vida si se goza de salud y se tiene para comer y un poco de diversión. 
Estoy viva y me siento viva. Y mañana será otro día más de este año nuevo que viene pisando con fuerza, a pesar de ese bache que le han puesto a un gran amigo (conociéndolo, puede con eso y con más, que está más fuerte que un limón) 

Vamos. 

¡Vamos!