viernes, 25 de marzo de 2016

La no hermandad

Como esto es un blog personal, y sin grandes pretensiones, hoy voy a hablar personalmente de algo que me toca el corazón.
 
Me crié en la casa-hermandad de la más señera cofradía de Utrera. Crecí con personas a las que tres imágenes constituían su mundo extra laboral.
Mi padre estaba entre ellos. A él, lo he visto disfrutar de ellas y de su entorno, y también sufrir en silencio o con enfado por determinadas cuestiones que ahora no vienen al caso. Lo cierto, es que pasión no le faltaba, y durante muchos años fue timón y vela, remo y hasta bote salvavidas de una corporación que iba dando tumbos. Hoy, la hermandad y la cofradía es así en gran parte por mi padre. Y eso quien me lo discuta es que no tiene ojos en la cara o no sabe ver con ellos. Ciegos. 
Mi familia se extendió gracias a que él quiso que nuestras vidas se desarrollaran paralelas, jugando entre trabajaderas con amigos que para mí son hermanos, y aún hoy conservo a pesar de lo poco que nos vemos. Pero ya no me da la gana guardar un silencio sepulcral cuando se pierde la educación con quien nada tiene que ver o se ningunea a las personas que lo dieron todo, y que ya están supuestamente abocados al ostracismo por decisiones dictatoriales en lo que se supone que debe ser una Hermandad. Una palabra tan bonita que aquí en la vereda perdió su significado hace mucho tiempo. Gracia me hace que crean que han vencido. ¿Vencido en qué? 
Es cierto que la historia la escriben los vencedores, pero esto, por mucho que quieran algunos, no es una guerra cuando ya uno se ha retirado de la batalla. 
La historia por tanto, recordará lo que la ha marcado, y mi padre (y mi madre también) aquí son grandes escribanos. Le pese a quién le pese. 


domingo, 20 de marzo de 2016

Papá

Ayer felicité a mi padre, pero he dejado pasar un día para hablar de él en mi blog por eso de no ser una hija de tantas que habla de las maravillosas cualidades de su padre.

Mi padre es un tío culto. Eso para empezar. Es una persona trabajadora y muy constante, y ahora seguimos. Se levanta y anda kilómetros admirando una tierra a la que ama, respirando campo y ciudad. Es fan de la historia y le encanta saber del suelo que pisa y las piedras que lo rodean, imaginando los ojos pasados que alguna vez observaron el mismo lugar en el que ahora está. Es fiel guardián del patrimonio, capta con su objetivo aquello que quiere compartir para no dejarlo sólo en su memoria. Inteligente, nada en la red para saciar su mente inquieta. Y sabe disfrutar del tiempo libre que le ha dejado años y años de estrés en el banco. 

Ha sacado adelante, pluriempleado, a cuatro hijos con la ayuda de una mujer que siempre ha estado a su lado, mi madre. Y supo hacer un empleo constante para una hermandad a la que ha dado mucha gloria y poco disgusto.
Trabajo le ha costado poder ser lo que hoy es: un merecido jubilado con toda una vida por delante.

Papá, quizá no estemos de acuerdo en todo, quizá yo te saque de tus casillas igual que a veces tú me sacas de las mías... Yo no soy la mejor hija del mundo, pero sé que me quieres y yo te quiero a tí como no quiero a nadie. Porque aún me acuerdo de tus manos sujetandome para subir a un tercero sin ascensor, de tu olor al tabaco de los noventa y a tu crema de afeitar (aún hoy me quedaría embobada viendo como rasuras tu barba, aunque te hayas pasado a las modernidades de la máquina eléctrica).
Quizá no seas un padre de los de película, pero es que nunca te hizo falta, ni te hace falta ahora. Yo te quiero todos los días del año, y aunque no te lo diga mucho, hoy te lo voy a repetir: Te quiero Papá, porque hoy siempre será tu día. 

Nota: Da igual qué día leas esto. 

sábado, 19 de marzo de 2016

Mi tiempo

Es sábado y llevo ya unas horas despierta. Algún rincón de mi casa parece pedir a gritos que le sacuda el polvo y le pase la fregona. Sin embargo, el sofá me ha camelado y sigo aletargada en él. Las nubes van tapando el sol y a ratos el salón se oscurece. Otros, la claridad inunda la sala y las sombras se hacen más fuertes. Entra una brisa leve por el balcón, y huele también levemente a humedad. Me gusta. 
Enfundada en mi bata, no me creo que sea ya mitad de marzo. Aún recuerdo los bombones y polvorones que se han asentado en mi cuerpo después de las navidades. Ahora está algo dolorido fruto del esfuerzo que lleva soportado durante las dos ultimas semanas. 
Mañana llueve, y no puedo evitar acordarme de cuando esperaba el domingo de ramos con la ilusión de la niña que era. Mucho tiempo ha pasado de eso, y lo que se vive por el sur en esta época del año me gusta, pero no me limita ni limita un domingo especial para muchos. Ayer desayuné gloria. En un bar de un pueblo sevillano, con marchas procesionales, olor a incienso y un zumo de naranja con café y tostada. Me sentí maravillosamente en casa. Me da igual los tambores que resuenen por el centro, voy a escuchar y a ver lo que me venga en gana. 
Voy a disfrutar porque me apetece, contigo, con mil o sin nadie, con procesiones o sin ellas, pero voy a hacerlo porque momento solo hay el presente, y me quiero regalar mi tiempo. 

domingo, 6 de marzo de 2016

Sala de espera

Las salas de espera son odiosas. Me considero persona paciente, pero la espera en sanidad, en administración o en cualquier lugar de servicios públicos o privados, acaban por desesperarme.

Cuando la justicia llama a tu puerta un escalofrío recorre tu espalda. Lo recorre porque sabes que alguien pierde un poco más que el otro, y puede ser que lo que tengas que aportar balancee más la situación a un lado. A veces puedes eludir la responsabilidad y otras simplemente no puedes. 

Cuando era pequeña mi madre me decía que era la defensora de las causas perdidas. Creo que a día de hoy sigo pecando de lo mismo... Así de tonta soy, capaz de pasar un mal rato a sabiendas que me lo puedo ahorrar si miro hacia otro lado. Pero no lo veo justo, aunque sepa que decir certezas no siempre gusta. Todas las decisiones tienen su parte positiva y negativa. No sé si hago bien, pero esta parte es la que me empuja a hacerlo algo que no sé cómo llamarlo.

Pase lo que pase, espero no arrepentirme, no saber nada más de esto y poder dormir mañana. Porque hoy ya te digo que me ha costado.


miércoles, 2 de marzo de 2016

Relatos cortos: Candidato

Aún el sol andaba dormido cuando sonó la alarma del Galaxy S6. Un trabajo que el móvil se hubiera podido ahorrar puesto que desde hacía una hora, ojiplático, sus nervios habían evitado ya no dormir profundamente, sino si quiera un sueño leve que le robara el cansancio acumulado de una semana de locos. Era la cuarta entrevista para un trabajo decente en la semana.
Se puso los pantalones mientras cepillaba los dientes con premura. Se calzó y eligió, de entre sus muchas camisas, aquella con la que se sentía cómodo en una ocasión como esa. No le gustaba decir que era su camisa de la suerte, pero en cierto modo se sentía mal si no la llevaba. 
Los semáforos le abrían paso a través de las calles dormidas, y avistó el aparcamiento perfecto para su coche, heredado de su hermano. Era un Volvo 900S, un coche antiguo que consumía en gasolina una cuarta parte de lo que era capaz de ganar en un mes, y teniendo en cuenta que lo cogía dos veces en semana, eso era mucho... Puso el freno de mano, hizo leves movimientos con la mano a la palanca de cambio antes de soltar el embrague para cerciorarse de que estaba en punto muerto y bajó.

Era miércoles, y los miércoles le encantaban. Se abrochó la chaqueta y se miró en un escaparate del alto edificio que tenía ante sí. Cogió aire, dio dos golpes talón con talón y entró al ascensor que lo llevaría a la dieciseisava planta. Quizá lo llamaran loco, pero realmente podía oler que ese era su día. 

martes, 1 de marzo de 2016

Relatos Cortos: Preguntas importantes

Dentro de la cabeza del pequeño debía haber cientos de preguntas que ansiaban pronta respuesta. Pero, quieto en su silla, aguardaba una señal que le indicara que aquel era el momento para lanzar una. Sólo una. La debía escoger como se escoge la fruta en el mercado, aquella que tiene buen aspecto pero que, priorizando el momento de su consumo, debía escogerse entre más o menos madura, más verde o más roja, más tersa o más blanda.

Su pierna derecha botaba en el suelo fruto del nerviosismo. El discurso del profesor iba llegando a su fin y la orden de levantar la mano para pedir la palabra ya estaba dada en su cerebro. La única instrucción que impedía que lo hiciera, era precisamente la que le decía en casi un susurro: "Aguanta, aún no es tu turno".

Y llegaron las palabras del apuesto maestro.

-¿Alguna pregunta?

(¿Alguna?- Pensó el chaval- Tengo decenas, cientos... Pero solo una quiero saber en este preciso momento...)

- ¿Nadie?- Volvió a entonar mientras inclinaba hacia delante la cabeza y miraba por encima de las monturas Pull & Bear azul eléctrico.
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Orden fuera, levantó la mano:

- ¿Puedo ir al baño?