lunes, 26 de enero de 2015

Desacertadamente

O cómo meter figuradamente la pata. Es de sobra sabido el refrán que convierte al humano en un patán que tropieza más de una vez con la misma piedra. Todo esto en comparación y dolorosa contraposición a sus colegas, resto de seres vivos cuadrúpedos que, al parecer, lo hacen una vez y ésta les sirve para aprender la lección. 
Esto es tan simple, en la dialéctica coloquial humana, como no pensar lo que se dice, cosa que hoy en día, ya se ve en la tele, está a la moda, cual metralleta de palabras disparadas, parca en pensamientos. 
Y nos seguirá pasando el ser bocazas y el pasar a dibujar una mísera raya en la arena que volveremos a cruzar. Y nos seguirá pasando el decir un nunca más con la boca bien grande y por detrás un la ultima vez con la boquita de piñón. Y pasará que volveremos a tropezar y a veces a caer... Volviéndonos a levantar quien sabe si para volver a caer... Desacertadamente. 

sábado, 24 de enero de 2015

Cuéntame un cuento

Cuéntamelo. Dime que había una vez que nunca la hubo, pero cuéntamelo. Cuéntame el del rey desnudo, el del elefante con cadenas o el de las capas de cebolla. Cuéntame un cuento. Pero cuéntamelo. Dime de escaleras y agujeros, de pájaros con alas, de saltos al vacío. Cuéntame si quieres el de la buena pipa que nunca se acaba. Pero cuéntamelo. Dime que no comieron perdices para ser felices porque no les gustaban, que prefirieron arroz con sepia o pimientos rellenos. Cuéntame el cuento que prefieras. El del lindo remiendo azul y la puntilla de tul. El de la gallina fina, el gallo malayo y el pato zapato. Cuéntamelo. Ya sabes, el cuento que quieras cuéntamelo despacio, sin prisas, que quiero oírte. Cuéntamelo a tu ritmo, que yo lo sigo. Cuéntame el de la princesa y el guisante. Cuéntame si quieres también uno de terror, de dragones y monstruos, pero entonces déjame que te abrace. Anda, cuéntame un cuento.

Pero si no me lo quieres contar, dímelo también, porque así quizá entienda que debo dejar de pedirte que me cuentes un cuento.

lunes, 19 de enero de 2015

En busca de la felicidad

La vida es fugaz, pero es rara la persona que le ha cogido el punto de velocidad exacta a la que vivir. ¿Realmente la hay? Yo, por ejemplo, la vivo acelerada, teniendo por oro los minutos que van pasando y las horas, cuentas de un ábaco hecho con piedras preciosas. A veces soy muy feliz, otras menos, pero siempre tengo el reloj metido... No sé como explicarlo... En las entrañas ¡Me comen los nervios! Otras personas, sin embargo, viven la vida en el placer de la tranquilidad de quien sabe que el tiempo pasa, pero que todo llega temprano o, a lo más tardar, tarde. 

Hoy me han contando algo sobre cuando muere la gente. Yo he visto a gente morir, la he visto muerta y a punto de hacerlo. Pero cada vez comprendo más que la gente que vive puede estar muy muerta; y que si un niño puede entender que en cualquier momento todos podemos morir y entristecerse por ello (maravillosa la respuesta de la madre no diciendo un simple "cuando eres viejito"), es muy muy maravilloso que una madre sea capaz de darle la vuelta a la tortilla y hacerle entender que es por eso por lo que es importante intentar ser feliz cada día. Vivir cada día, lento o rápido, pero vivir buscando la felicidad. 

lunes, 12 de enero de 2015

Nuevos aires

Aunque el invierno aún no ha terminado (en realidad llevamos a penas veinte días) los días calientan más ahora que muchas primaveras sombrías. Los aires cambian y lo seguirán haciendo para llevar tu barco al puerto más cercano, pasando por pueblos pintorescos y parajes naturales, necesarios en toda travesía.

Puede que haya un compañero de viaje escondido en el camarote del fondo y que responde a la llamada de la melancolía. Pero ese no es problema alguno si te atreves a invitarlo a una botella de ron, como buen marinero que eres.

Vendrán marejadas. Pero tú sabes que el mar bravío siempre vuelve a la calma, quizás con algún mástil roto, sí. Nada imposible de arreglar, por otra parte, con una buena caja de herramientas y la santa paciencia de Job... No todo va a ser pescar atunes envidia de la misma Zahara costera. Lo verdaderamente emocionante es que ya, en esta nueva etapa de redes sumergidas en las profundidades del mar, seas capaz de tirar de ellas para ver tu cubierta repleta de manjares para tu paladar, mientras hueles la salitre y escuchas las olas rebotar en el casco. Eso sí, usa crema de manos para el trabajo manual, que la vida del pescador siempre deja cicatrices que terminan curtiendo las manos.