sábado, 30 de julio de 2011

Mi gorda peluda

Caminar grácil, ligero y elegante, pero corre cual caballo al salir a la calle, un torbellino. Cabellera dorada que cruza el patio en números de récord Guinness. Sombra curiosa en casa, te sigue a distancia y te acompaña en cualquier habitación que estés, observando siempre con esos ojitos tan expresivos. Si la miras, mueve su rabo: clac, clac, clac contra el suelo... a veces no sé como no se hace daño. Si se lo hace desde luego no se queja, ni se inmuta. Si, sin querer, tropiezas con ella y le das un mal golpe, no te lo tiene en cuenta. Te mira con extrañeza y parece buscar la explicación que encuentra en la caricia de culpabilidad que le das, pidiendo perdón. 

Si no la miras o lo haces de reojo para de menear la cola y bien podrías pensar que es un cojín: blandito, peludo, inmóvil. Parece que no está pero notas su presencia, su compañía (entre otras cosas porque se preocupa de tener cerca tu mano, tu pie o tu zapatilla para ella notarte a tí). ¡Pobre cuando, como ahora, hace calor! ¡Maná!- le decimos- ¡Echa para allá! y se levanta y se separa lo justito y desde lejos te sigue con la mirada. 

Hace siempre muchos amigos. Si un humano la llama va, recibe sus elogios y sigue su camino. Si un perro le ladra, se sienta paciente, tuerce su cabeza al lado derecho y levanta sus orejas, con expresión de asombro.  Si le da juego, es la más rápida y cambia con increible agilidad de dirección, con múltiples fintas. Y muere por las pelotas, las quiere, las ansía. Tírasela cuantas veces sea que irá corriendo a buscarlas. O un palo, o una botella pequeña de agua. Son sus juguetes y le encanta jugar con ellos. Para que se cansase de correr le falta Sevilla, se le quedaría pequeña antes de que se tumbe a reposar.

¡Ven, gordita! Hambrienta siempre de cariño, no se cansa. Puede estar las veinticuatro horas recibiendo caricias y alabanzas y me da la sensación que no se acordaría del bebedero ni del comedero en todo el día. Le encanta un charco. Ya sea mar, piscina, río, lago o eso, charco. Verano o invierno. Lo mismo le da meterse en el agua para refrescarse que para jugar y tener que romper el hielo que cubre la superficie.

"El Golden Retriever es amigable y confiable, carece de agresividad tanto hacia las personas como hacia sus congéneres. Su mirada tierna y melancólica manifiesta su necesidad de afecto. Incapaz de una reacción adversa, responderá a todo contacto con alegría, ya que para él el cariño es tan vital como el mismo aire que respira; por ello preferirá estar en un apartamento pequeño con la familia porque no le gusta estar en una casa con jardín". 

Puede que todos los golden sean así, pero creo que ésta tiene algo especial. Quizá sea porque la siento mía y la quiero y la echo de menos como si se tratara de una persona. Maná da muchas alegrías y muy pocos o ningún disgusto... ¡Qué voy a decir yo si a mí me tiene loca!

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