domingo, 14 de mayo de 2017

En marcha. Por ellos.

Las historias son para ser contadas, sino corren el riesgo de caer en el olvido. Las historias son para compartirlas y aquí voy a alabar una, porque no hay verbo que la exprese mejor. 
Se trata de la historia de esas familias a las que el destino castigó- a priori- con la compañía de unos genes defectuosos en sus pequeños. Esos genes que marcan la diferencia entre estar sano o estar enfermo y necesitar una atención especial en el día a día.
Esta historia tiene nombres: Jesús, Marcos, Daniel, Adrián, Adela, María... los pequeños que padecen males que los postran en sillas de ruedas, pero a los que no impiden disfrutar de la vida. Y tiene más rostros: los de María José, Jorge, MariÁngeles, Rosa, Antonio, Jaime y otros tantos padres y hermanos que saben convivir, mostrando una sonrisa, a esos a los que les tocó ser valientes y enfrentarse a mil dificultades más que cualquiera de nosotros. 

Estas familias te hacen recordar las cosas importantes de la vida, te hacen plantarte delante del espejo para darte la bofetada de realidad con la mano abierta. Una bofetada que te deja los dedos marcados en el carrillo y que te deja cicatrices en el alma. 

Había compartido momentos con ellos por mi trabajo. Hoy he compartido además una marcha: La V Marcha por la Salud que todos los años se realiza entre dos hospitales de Sevilla. Y ha sido una experiencia maravillosa. Una marcha para dar visibilidad a ellos, a los niños que tienen ventilador mecánico; a ellos, las personas con enfermedad neuromuscular; a ellos, los padres y hermanos que los ayudan y comprenden y los tratan sin burbujas, y a esa vida llena de obstáculos y carreras de fondo, de dificultades al bajar un simple bordillo.

Un día para recordar y para contar. Un día que ya es parte de su historia, de la de los hospitales, de mis compañeros y amigos, y de la mía. 


 

 

miércoles, 10 de mayo de 2017

Relatos cortos: Maniacodepresiva

Lánguida. Estoy estos días dentro de la polaridad errático-depresiva del eje. Me pesan hasta los segundos de la pulsera de actividad digital que adorna mi muñeca y mide mi taquicardia y mis pocas-e insuficientes- horas de sueño. 
No encuentro salida al túnel de kilómetros en el que me hallo, ni siquiera parece haber interruptores que accionen bombillas que alumbren el penoso camino. Para colmo llueve, y el túnel tiene goteras y yo con sandalias de veinte grados. Ya lo sé, lo sé. El sayo debería estar puesto hasta el cuarenta de mayo, pero esta mañana no me dio por pensar que iba a diluviar cuando ayer estaba empapada pero en sudor. Las cosas... que no siempre salen como quiere una ni tampoco llueve a gusto de todos. Los segundos siguen pasando y mis latidos aumentando por minuto, y nada, sigo aquí, embarrándome en mis pensamientos negativos con tintes apocalípticos hasta que la ventolera venga del otro eje y cambie el humor depresivo a manía persecutoria. 
De objetivos. 

Lea detenidamente las instrucciones de uso.

Andaba esta tarde con necesidad de escribir. Barruntando me hallaba sobre qué me apetecía plasmar y de repente, Twitter maravillosamente me ha proporcionado el material. Bueno, para ser justa, Twitter me las ha hecho llegar, pero el dueño y autor es @RafaelTimermans. No lo conozco, ni él me conoce. Es, según su bio, médico, y nos ha regalado hoy un tridecálogo de asertividad (no busquen, que esa palabreja que empieza por T no existe) improvisado con el que no puedo estar más de acuerdo. Gracias, Rafael. Desde hoy, te sigo.

Instrucciones para el empleo correcto de pacientes: 
1. Acuden en busca de ayuda. Piden tus servicios, conocimientos, atención y bienhacer.
2.La mayoría no exige, no demanda, no impone, no fuerza. Solo pide. Y sufre, en mayor o menor medida. Y pide compasión, cercanía.
3. Al paciente no se le regaña. Ya es mayorcito, pero aunque sea menor. No eres su padre, su jefe. Si no sabes o puedes, lo dejas.
4. Dile lo que piensas, incluidas tus dudas. Proponle tratamientos, hábitos. No intentes imponerle. Sugiere. Lo hará o no. El decide.
5. Tiene sus creencias, sus opiniones, sus miedos, sus deseos. Aceptalos.
No eres quien para juzgarlos excepto si pone en peligro a otros.
6. Si el paciente no confía en tí, la cosa va mal. Si tu no le aceptas como es, también.
7. La mayoría habrá buscado en el Dr. Google lo que tiene, y muchos quién eres tú. Da igual que te guste o no. Juegas con ello.
8. A todos nos cuesta abrirnos a extraños, contar intimidades, enseñar cuerpos, hablar de cacas y pises. No puede extrañarte reacción.
9.Antes de meterle el dedo por un orificio corporal, de tocarle con manos frías y a veces guantes, avísale. Pidele permiso. No es un maniquí.
10. El tiempo medio en que los médicos interrumpimos a los pacientes es 18 segundos. Claro que tienes prisa ¡¡PERO 18 SEGUNDOS SON POCOS!!
11. No tiene que gustarte el paciente, ni física ni psiquicamente. Ni su ideología ni creencias. Ni sus gustos ni su ropa. Solo ayudarle.
12.Los pacientes lloran. Algunos. La mayoría no necesita que les digas nada. Muchos querrían que les cogieras la mano, o apretaras el hombro.
13(y ya) Los pacientes son humanos. Incluso como los médicos. Para bien y mal. Si preferirías otra cosa, te has equivocado. Y el lo sabe.