Dormía plácidamente cuando un zumbido daba vueltas de oreja a oreja, pasando cual bólido rojo, caballo con crin al viento en un galopar hacia el capilar principal de su dedo pulgar.
Enciende la luz, ojos inyectados en sangre de ira despierta. Busca y no encuentra, sólo oye el zumbar y prepara el aplauso mortal.
Y lo ve. Perdone el lector: La ve (pues todas las que pican, sin querer ser machista, son hembras) Una díptero!
Pero se va, se va y no quiere ya picar. Quizá nunca quiso en realidad. Y la deja alejarse hacia el destino que ya no puede manejar. Ella, pensó, también tiene su corazoncito...