Hoy no he tenido un buen día. De nuevo quisiera echarle las culpas a las hormonas, esas a las que mi amigo Juanjo no atribuye causa alguna, y a las que ya defendí en su día diciendo que quien no tiene ovarios no opina.
Supongo que, como antes me ha pasado, el frío, la humedad y el haber metido el pie izquierdo en un charco (el único caso del aparcamiento, que además era del tamaño de dos coches) me han empujado a poseer la cara sombría que he arrastrado durante todo el día. Yo, la verdad, no me creo con los suficientes motivos para andar de capa caída, pero también tiene una derecho a estar triste de vez en cuando. Y mis amigas, que lo saben, que me quieren, y que me quieren ayudar aún en la distancia, me han hecho un regalo con el que colorear a ratos mi jornada de modo que ya, quiera o no quiera, no tendré más remedio que dejar de verla en blanco y negro.
Ha vuelto a ser una semana complicada. Pero las frases de motivación te bombardean la retina mientras andas por las redes sociales, y yo, junto con mi primer dibujo coloreado de mi libro de adultos para colorear, he adoptado una del genio Beatle Lennon que otro día os contaré. Porque hoy, el protagonismo es para él:
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