¿Sabes cuándo empiezas a escuchar algo, una palabra o una expresión, y ya no solo no dejas de oírla si no que parece repetirse hasta la saciedad? Puede que sean modas y tendencias, como la resiliencia, que siempre ha existido pero ahora hay mucha gente con esa palabra grabada con tinta en la piel.
Quizá porque no es tan políticamente correcta- o mentalmente amable- la palabra disociado/a nadie se la tatúa, y sin embargo hay una plaga de gente que podría ponérsela bien grande en un lugar visible, por aquello de entender porqué carajo se comportan como lo hacen.
La salud del ser bio- psico- social (caracteristicas que ya he repetido en alguna ocasión en este (mi) espacio) que es el humano, tiene una dimensión infinita, proyectada precisamente en esas tres esferas. Cuando una cojea, la salud se va a tomar por saco y el holismo se vuelve loco, a tal punto que cuerpo, mente y relaciones a veces dejan de estar unidos para disociarse. Y ahora a ver quién los junta de nuevo.
Y ahí estamos. Como espectadores videntes de futuros futuribles o no, factibles o imposibles, pero ansiosos y enfadados por las disociaciones y los disociados.
Qué eufemismo de palabra, cuando lo que de verdad quiere decir es que esa en la que está es una situación hijaputista. Porque, encima, los disociados que no padecen el mal grave, no saben a veces que lo están (disociados, digo), con lo que no buscan ayuda ni sostén que les sostenga.
Y ahí siguen, haciendo un verdadero Titanic: Velocidad crucero directos al iceberg.