Las etapas se cierran. Es lo que pensó. Cierra puertas para abrir ventanas. Siguió pensando.
Aquel jarro de agua fría también había dejado petrificado su capacidad de resiliencia, al menos de momento.
Necesitaba masticar todo lo que había pasado. Necesitaba pasar por la más absoluta ira para poder aceptar aquello que había cambiado su vida.
Un escalofrío le recorrió la espalda y de pronto quiso romper todo. No lo iba tolerar. No lo pondría fácil. Quizá perdería, sí, pero sería luchando. Caería alguna vez, sí, pero lo haría de pie. Ya se acabó la sumisión, se acabó quedarse en la servidumbre merced al temor que otros provocaban a su paso. El gesto de bajar la cabeza o mirar a otro lado se habían terminado. Su barbilla miraba al techo, firme, sin temblores, y las lágrimas seguían en su sitio.
Efectivamente esa era su arma, ya no tenía miedo.
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