martes, 5 de noviembre de 2024

T R E S

Cuando oí la primera vez tu corazón fue totalmente en silencio. No fue como soñé, pero juro que no lo cambio por nada. En aquella sala, en pijama de trabajo y con miedo de que ya no estuvieras, lo oí sin oírlo. Lo escuché aún teniendo el doppler apagado, aun cuando solo se veía una manchita latiendo en medio de tanto gris y tanto negro y una voz que decía palabras técnicas que yo bien entendía, pero que no acababa de creerme. Feto en cara posterior con latido. Fue la primera vez que supe que estaba embarazada y que estabas ahí. A pesar de todo. A pesar del susto de ese día, y a pesar de que no sería el último, estas aquí.
Y ahora que todo eso parece tan lejano, cuando cantas, cuando se te ilumina la cara porque ves a la gente a la que quieres, cuando vas al parque y te falta tiempo para buscar un compañero de juego o me preguntas por personas que has visto una vez en la vida meses después de haberla visto, me pregunto cómo es posible que un pequeñajo como tú haya crecido tan rápido, cuando hace a penas 3 años estaba yo notando las primeras contracciones dos meses antes de lo normal. Y me pregunto si estoy preparada para acompañarte y seguirte en tus pasos de una manera tan vertiginosa... Que hasta para nacer fuiste veloz, puñetero.
Pero sí, aquí estás, mi pequeño colibrí, haciéndome la vida infinitamente más feliz. Corriendo en vez de andando y saltando en vez de bajando. Haciendo mis días más divertidos, más cansados y con un amor incalculable que sigue creciendo. Porque cuando te ríes, cuando miras con la puntita de la nariz apuntando hacia abajo y una media sonrisa en la cara; se me para el mundo, y solo puedo quedarme quieta para ver qué se te ha pasado por esa cabecita traviesa.
Y soy tan feliz y me siento tan afortunada que se me pone cara de tonta enamorada. Porque así me tienes, mi niño. Estando cada día más segura de que eres el verdadero amor de mi vida. 

Te quiero, Alejandro; feliz cumpleaños, mi amor; feliz vida.