Era un día cualquiera y se le estaba haciendo similar a una carrera de obstáculos para un parapléjico en silla de ruedas pequeñas y delgadas. Necesitaba un cigarro, encenderlo desnudo en el baño mientras se examinaba frente al espejo, delgado, echárselo al pecho y notar como el humo lo llenaba, el veneno lo invadía y lo mataba lentamente. Sigilosamente.
Ese era su sino: un cuerpo indefenso ante el despecho de una industria, la química, que lo consumía desde dentro... Pero era su droga y no veía un mundo sin ella. Quizás lo dejara algún día, quizás... cuando las ruedas la silla fueran más grandes y robustas y la emoción de superar obstáculos ya no lo demacrara.
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