El universo le parecía pequeño en comparación con la inmensidad de su vacío. El cojín se había quedado con la forma del cuerpo que reposaba instantes antes de su marcha. Aún se podía notar el leve calor que emanaba y su olor había quedado impregnado en la funda que lo recubría. Se había marchado y la verdad era que le apetecía echarle de menos. Otras veces intentaba mantener su mente ocupada, libre de pensamientos que la hicieran caer en la codicia de tener aquello que no era suyo. Y ahora, en el rubor de la habitación, pensó y deseó que pasara el tiempo, todo aquel que llevara a ese instante que buscaba con prisas.
Como un fogonazo que deslumbra lo sintió: Extrañamente no parecía que quedara tan lejos, después de todo... ¿Qué era la eternidad en comparación con su espera?
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