Mi tierra es a veces rancia, lo reconozco. Hoy lo hemos hablado mi padre y yo: la decadencia del pueblo y de las tradiciones, las citas anuales en torno a la iglesia de antaño.
El corpus es una de esas fiestas que ya solo los que viven en el centro o son fieles a las hermandades lo acompañan, y a veces ni eso.
Yo he vuelto tras años de ausencia a pisar las juncias, a ver la custodia pasear por el que siempre será mi barrio y a ver caras conocidas, las de siempre, algunas con más agrado que (muchas) otras.
Tradiciones que algún día se perderán pero que aún en el siglo de la comodidad y el ateísmo siguen levantando acordes religiosos de la banda musical un domingo por la mañana.
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