Mente frágil, olvidadiza y olvidada, tapada con excusas e incapaz de poner orden. Cuando los sentimientos toman el control, la mente se estimula tanto que coge velocidades de vértigo sin llegar a ningún sitio. Y se amontona como los vagones en una colisión de trenes, y se aturulla como una madeja de lana que se ha guardado sin cuidado de liarla bien. Y así, pasan las horas, y se van vistiendo de lejanía pensamientos aliñados, apiñados y sin guía, que no pueden ya ni guardar las formas.
Para qué. Ya de nada sirve.
No siempre se recibe lo que se da, pero se da lo que uno es... Y eso, dicen, es lo importante. Aunque ahora pierdas más que ganes, llores más que hables y dejes ir, como la brisa a la espuma del mar, lo que una vez te pareció no tuyo, pero sí algo a lo que pertenecías.
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