sábado, 17 de diciembre de 2022

Recuerdos de Navidad.

Cuando era pequeña, la nochebuena en mi casa empezaba a ritmo de villancicos tradicionales en cinta de cassette y el vinilo de la familia Montoya. 
Me veo con el disco que atesoro ahora en casa, escrutando los rostros conocidos que esa familia utrerana mostraba al mundo en una foto en blanco y negro en la contraportada. En la portada, Enrique padre, Enrique hijo y Tate Montoya.

Recuerdo correr a contestar al porterillo sabiendo que mis abuelos contestarían al otro lado, volver a toda prisa al salón para aumentar el volumen (a modo de bienvenida) y volver a la puerta para darle un beso y un abrazo y cogerle los abrigos. Cómo esperaba esos abrazos... Cómo me gustaba el olor que desprendía mi abuela en los tiempos en los que el visón no estaba tan mal visto. En sus brazos me perdía oliendo su perfume que, aún hoy, parece traer a veces de una bocanada el aire. Cuando eso pasa, sonrío grande, porque es como si estuviera aquí. Y siempre, un pasito por detrás estaba mi abuelo, siempre en su sitio, alto, elegante, comedido, encorbatado y con una media sonrisita.

Mucha gente dice que las navidades son tristes por aquellos que ya no están. Pero a mí me parece que es una época perfecta precisamente para recordarlos. Con nostalgia, sí, pero para mí era (y sigue siendo) una época muy feliz, y nada tenía que ver con juguetes, sino con la familia, con las luces, los cantos, la alegría y con amabilidad... Porque todo el mundo parece volverse más amable. Y eso es precisamente lo que le hace falta al mundo, y no solo un mes al año.

Sigo esperando el día 24 con ilusión. Sigo queriendo despertarme el 25 con la esperanza de vivir un día de fiesta, el 31 me encanta llegar a las uvas y ver en cuantos bocados se come mi hermano las 12 uvas, mucho menos que 12, obviamente. Me chifla ver el concierto de año nuevo en Viena, esperar la Marcha Radetzky- por muy hortera que parezcan las palmas- y estoy deseando que llegue la cabalgata para agacharme a coger caramelos y ver las carrozas nuevas que la asociación de Reyes Magos de Utrera ha preparado con mimo.
No he perdido esa ilusión. Y ojalá nunca, nunca, la pierda.

Felices fiestas a todos.

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