Siempre se ha dicho que para los hombres de letras, prosa y poema la sensación de tristeza, desamparo y desamor se llevan la palma en cuanto a creatividad. A mi me debe estar pasando algo similar pero con el enfado, la frustración y la ira porque los dos últimos post de este humilde blog tratan de temas que me hacen enfurecer y, desgraciadamente, este que acaba de empezar no va por distinto camino.
Los hechos que han acontecido hoy por la tarde a eso de las seis de la tarde no han sino enervado mi jornada laboral y mi salud mental. Sabemos que el que tiene el poder acaba corrompiendose y debe ser que este poli muy de fiar no debe ser y que, junto a la consabida recaudación de parné en tiempo de crisis por parte de las administraciones públicas (como y de donde sea) y la milenaria alineación de los planetas que por lo visto ha tenido que acontecer hoy, han hecho que un policía me acuse y denuncie por rebasar un semáforo en rojo y me ponga de penitencia un pico nada desestimable de dinero y cuatro puntos de los doce que tenemos en el carnet de conducir aquellos que respetamos las normas de tráfico de forma normal. Ni que decir tiene que no he cometido tal infracción y que dicho agente no me ha dejado dar la versión (real) de los hechos.
A pesar de mi enfado, de mi ira, de haberme quedado con la cara de este señor (por llamarlo de alguna manera. La venganza se sirve en plato heladísimo y algún día me lo encontraré...uuuufffffff!!!) la pregunta del millón que mañana tendré que responder es si dejarlo como está, pagar la puñalada y renunciar a cuatro puntos o alegar y hacer un pliego de descargo e intentar que al menos no me quiten los puntos que son míos y sólo míos... ¿Recurrir o no recurrir? He ahí la cuestión...
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