Una de las cosas que más me gustan de las tecnologías aplicadas al deporte son las cámaras superlentas. Me fascinan las repeticiones, por ejemplo, del golpeo de un balón en el lanzamiento de una falta directa en fútbol. Posición del pie, contacto con el esférico, deformación de la pelota... Me gusta mucho, me pasaría horas y horas viendo imágenes de ese tipo, saboreando cada movimiento.
Si todos viniéramos de serie con uno de esos artilugios insertados en nuestro cerebro seguro que no andaríamos con las prisas con las que andamos siempre. Disfrutaríamos de la caída de cada gota de lluvia en un charco, viendo como una gota rompe la superficie para volver de nuevo a resurgir en ese salto magestuoso en el que intenta salir de las fauces de una masa mayor de agua... Pero que irremediablemente cae merced a la gravedad para formar entonces parte del charco. A lo mejor no nos haría tanta gracia ver el batacazo de alguien por la calle (venga, todos nos hemos reido alguna vez con el consiguiente sonrojo de la persona accidentada). El golpe,la deformación de manos y brazos en contacto con el duro suelo como si fuera plastilina, la cara contraída, movimiento de músculos de la mandíbula esperando el final del impacto, vaivén del pelo que sucumbe a la velocidad y luego a la gravedad... Un espectáculo en toda regla.
Yo creo que le sacaríamos más jugo a la vida con esa cualidad. Lástima que, aún así, habría quien se aburriría tanto que le daría al botón cerebral "avanzar x16" y vería pasar las horas en minutos... Gente hay pa tó. Ellos se lo pierden.
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