Desde el sofá puedo, si me concentro, oír el andar de los relojes de la cocina. Uno tiene la hora local, otro la de Tokio, la de Nueva York el tercero y un cuarto la de Sidney. Me gusta quedarme mirándolos e imaginarme los millones de historias que ocurren en este mismo momento según la hora de cada lugar. En la mesa, a modo de tapete, un mapa mundi me hace las veces de escritorio móvil para seguir formándome en la materia de la Ventilación Mecánica en terapias respiratorias domiciliarías, que es la que, de momento, me da de comer.
Y mis mente, lejos de aplicarse con los papeles que llenan la mesa o distraerse buscando países y capitales, se halla atravesando una y otra vez kilómetros para acercarme en sentido figurado a cantarte un feliz cumpleaños con los amigos y desearte que seas muy feliz desde aquí al resto de tu vida.
Felicidades.
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