En días donde el agua cae encharcando las calles, me gusta quedarme en la cama con la persiana a mitad de camino y, en silencio, deleitarme con los sonidos de la lluvia ¡Cuán diferente es esta situación a la de tener que mojarte por fuerza!
Me he planteado hace un ratito si es el día de hoy un regalo o una simple casualidad en el calendario el hecho de encontrarte con esta incesante lluvia en un día que no se trabaja. Y aquí me hallo, escribiendo desde la cama, callada, con una luz grisácea de nubes bajas y con la única preocupación de que el frigorífico está en la otra punta de la casa y que me voy a tener que levantar para el desayuno.
Todas las preocupaciones, hoy, fueran esa.
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