jueves, 14 de julio de 2016

Fuerte fauna.

Es harto entretenido observar a la fauna de gimnasio. Es la primera vez en mi vida que consigo engancharme de verdad al deporte. Visto que no sirvo para el baloncesto (8 esguinces en mis ya torcidos dedos lo demuestran), para el tenis o el Padel ni para correr (y eso que está de moda), decidí hace unos meses apuntarme al gimnasio que tengo al lado de casa. Lo hice más por cuestión de salud que de físico, pero ya le voy cogiendo el gustillo a verme un poco más definida mi barriguita de treintañera.
Eso sí, lo mejor de todo es observar a los que como yo han decidido dedicarle parte de la tarde al culto al cuerpo. 
No os los voy a describir. Quien más y quien menos sabe de qué personajes hablo, pero por el tiempo que paso con ellos en las salas, merecían una mención en mi blog. A veces me recuerdan andando a los vaqueros de las pelis de Clint Easwood, y parece hasta que van a retarse en duelo con sus ademanes delante del espejo. Otras veces, me río con los métodos de apareamiento al pavonearse por la sala de musculación...

¡La verdad sea dicha, me lo paso pipa con ellos! 

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