El último día del año trae consigo inevitablemente volver la cabeza atrás y mirar todo lo que nos ha pasado, bueno y malo, y poner una balanza que se inclinará hacia un lado u otro según la percepción de alegría o zozobra que nos inunde.
Este diciembre para mí ha venido cargado de esqueletos alados con guadaña y capucha, y eso siempre hace que la parte negativa aflore.
Hoy, con toda la parafernalia de uvas y preparativos de la cena, el día va a pasar también muy rápido. Y mañana será otro año, pero en realidad será un día diferente a cualquier otro, podremos ver a través de la televisión el concierto de año nuevo desde Viena. Un concierto en el que espero estar algún día.
Acaba el 2016. El 2017 quizá sea mejor, o no... pero independientemente de todos los deseos bondadosos que llegan estos dias al móvil, habrá que afrontarlo como se afrontan siempre los retos: con la cabeza ordenada y los músculos en tensión.
...¿Listos?
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