Ira. Enfado con el mundo, con la vida, con las personas que habitan los pasajes secretos de sus lóbulos y coronarias, con el pecho tan ardiendo que enciende una pastilla de carbón con sólo acercarse.
Calma. Que repite y ecoriza en la cabeza que quiere estar vacía de resentimiento. Y mira el horizonte con paz, y guarda el pasado con anhelo, con tristeza de lo que pudo haber sido, con nostalgia de lo que ahora es.
Lágrima de agua dulce, que ya por no poseer, ni sal tiene.
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