Y suena el timbre y cambia la melodía. Cambia el espacio, cambia el olor que flota, las ojeras desaparecen y la tarde se vuelve espectadora de escenas cariñosas entre cómplices silencios.
Y suena una risa. Y sobreviene un llanto. Pero todo vale, porque todo hace pensar que el otoño lluvioso dará de si cadenas rotas. Libros abiertos esperando ser escritos. Lazos de libertad.
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