domingo, 7 de septiembre de 2014

Lluvia sana

Estoy tumbada en el sofá, abrazando con mi cuerpo a una de las mejores amigas que me acompañan en los momentos de soledad: mi guitarra. He parado de chapurrearla (no me atreveré a decir nunca que se cómo tocarla) porque ha empezado a entrar por el balcón el olor a tierra mojada del chispeo de septiembre. Lo he abierto de par en par y he retirado las cortinas. Me gusta ese olor y esta oscuridad de las nubes tapando el sol. Hoy me gusta, porque espero a un avión que me lleve a un lugar que mis pies nunca han pisado, y eso siempre me pone nerviosa... Radicalmente opuesto a lo que me transmite esa amalgama de sensaciones para mis sentidos del olor de la lluvia, su tacto húmedo y el sonido de las gotas por las que he cambiado las cuerdas de mi guitarra. 

Cierros los ojos y disfruto. 
 

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