martes, 7 de octubre de 2014

Relatos cortos: Fugitivo

El sonido del látigo debió despertarme de la inconsciencia de mi estado. Aún me hallaba aletargado por el dolor que me envolvía cuando la puerta se abrió. El olor a humedad era tan intenso que juraría tener un musgo tapando mis senos nasales, y una leve luz al final de la habitación me decía que la noche ya había pasado sobre aquel maldito lugar.

Sólo esperaba la hora en la que el sol pudiera calentar lo suficiente como para hacer que mis huesos no temblaran en un baile entre el miedo y el frío. Con calidez siempre se piensa mejor. Se siente mejor. Se está mejor. 

Aún no, aún hay frío. El vaho asciende hasta que desaparece. Y tomo por aliada la inconsciencia, que la paz me embriague como el licor más preciado del mueble bar de un vejestorio sin más pretensiones que la de vivir sólo un día más. 

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