Sólo esperaba la hora en la que el sol pudiera calentar lo suficiente como para hacer que mis huesos no temblaran en un baile entre el miedo y el frío. Con calidez siempre se piensa mejor. Se siente mejor. Se está mejor.
Aún no, aún hay frío. El vaho asciende hasta que desaparece. Y tomo por aliada la inconsciencia, que la paz me embriague como el licor más preciado del mueble bar de un vejestorio sin más pretensiones que la de vivir sólo un día más.
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