Instantes de la vida. Como el agua convertida en granizo que cae y choca con estruendo contra el parabrisas de tu coche. Es difícil hacer seguimiento del que golpeó en el cristal desde el interior, lo pierdes de vista pero está ahí, en el suelo, junto con otros muchos. Tan cerca, pero tan lejos. Y siguen cayendo y siguen cubriendo el suelo de una capa helada, fría como el témpano que, no obstante, sucumbirá con el primer rayo de sol que abra una nube consoladora en una tarde de abril.
Suelo radiante donde no hay sombra, con multitud de gorriones mojando sus patitas en los charcos de los ya derretidos granizos. Se irán, como tantas otras lluvias a un mar de tempestades y se evaporarán para acercarse de nuevo al cielo desde donde partieron. Ciclos de la vida.
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