La espada no está afilada. Serviría como bate de béisbol si hiciese falta, para defender lo defendible a base de golpes y deslumbrar con el reflejo de su hoja plateada a los que se dejan llevar por la marea negra.
Las guerras nunca deben tener sentido, y en esta, la locura de su ego hace que se encuentre explicación en batallas diarias que no benefician ni siquiera al que vende armas. Y yo, yo estoy cansada de enfrentamientos perdidos y daños colaterales, de bajas en las filas de soldados rasos que solo quieren volver a casa. Estoy cansada de pegar los trozos de los escudos de otros, sin que nadie me ayude a pegar los pedazos del mío. Y quizá sea momento y lugar para una retirada, pero a pesar del cansancio, de no entender qué pasa, aún no me marcho. Aún no tiro la toalla. Tengo que dar muchos golpes en este ring, solo tengo que aprender a esquivar.
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