miércoles, 4 de octubre de 2017

Baños de luna

Estoy acostada en la cama. Son las once y media de la noche y apago la luz. Nunca me acuesto tan temprano, pero hoy me encuentro cansada después de un día entero de formación impartida por unos compañeros extranjeros en una especie de itanglish continuo. Se que, a pesar del cansacio que acumulan mis ojos, no voy a poder dormir aún: la noche me tiene abducida. Por mi ventana me baña la luz de la luna, imponente flotando en el firmamento adornado de cúmulos coloreados de un gris perla. Se ven perfectamente los cráteres de la cara visible, y un halo ilumina el cielo eliminando toda oscuridad posible. No puntean las estrellas y la verdad, no las echo de menos. Loca maravillosa, ¡Cuantas cosas aprendí de las que me contaste! 

Entra cierta brisa rozando la persiana y viene a mecerme el pelo que va secándose tras lavarlo... me besa la piel, me eriza el vello y me acaricia el alma. Hace rato que salí de la ducha y sin embargo me sigo bañando, pero esta vez no uso agua ni jabón, sino aire, noche y luz de luna. 

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