Hoy me he levantado con energía. A pesar de ser sábado lo he hecho antes de las nueve y ahora es cierto que empiezan a pesarme un tanto los ojos. Pero no dormiré. No al menos hasta la noche. Quiero aprovechar el tiempo libre.
Ayer estuve con un amigo de los buenos, uno que hace años conocí y que no hace falta verlo todos los días para saber que sigue ahí. Un AMIGO en mayúsuculas. Está, como media España, en paro y sin visión cercana a encontrar un trabajo que le reporte alguna economía para poder seguir viviendo en un lugar en el que desde pequeño soñaba: el barrio de la Macarena, en Sevilla. Como él, yo también me he hecho un poco sevillana porque me gusta vivir en Sevilla, me gusta estar aquí pero Utrera sigue estando en corazón y sentimientos siempre muy presente.
Es verdad, me gusta mucho Utrera. A pesar de que tiene, como todo, su parte negativa, yo ahora casi no se la veo. Es lo suficientemente grande para poder hacer tu vida sin demasiadas (y véase que pongo "demasiadas") intrusiones en tu vida, pero lo suficientemente pequeña para poder recorrértela a pie. Tiene mil y un bar dispuestos a ponerte una cocacola a un euro, y otros tantos que suben hasta el euro y medio. Tus amigos están a cinco-diez minutos andando y tu familia igual. El Niño Perdido, la Plaza, El Jardincito, El Arco de la Villa, El Castillo, La calle Ancha, La Vereda, El paseo de Consolación, La Mota de Santa María, La cuesta de Santiago... sitios por los que he pasado mil veces y volvería a hacerlo otras mil, porque por recuerdos me llaman y por bonitos me lo exigen.
Utrera siempre llena, en varios aspectos. Utrera llena porque creo que es especial. Tiene ese espíritu de pueblo en una ciudad, a pesar de que cuenta con más de cincuenta mil habitantes. Es distinta, navega a contracorriente casi siempre. Es cuna del Toro Bravo, bichos preciosos donde los haya y cuna del Flamenco con figuras importantes reconocidas en todo el mundo (a saber, Fernanda y Bernarda, Perrate y Gaspar, Pepa de Utrera, Bambino, Tomás de Perrate, el Turronero... aunque éste último creo haber leído en algún lugar que era utrerano de adopción, y otros que seguro me dejo en el tintero). Es también Bien de interés cultural con monumentos que a veces no se han sabido conservar bien, porque Utrera tiene también la dejadez del que no sabe de su valía.
Y llena porque en verano o en invierno, haga frío o calor siempre, siempre, te vas a encontrar a una persona sentada en la plaza sea la hora que sea. Y en horas punta, sin caber en ella un alfiler: gente tomando café, yendo a por dulces a Reyes, Cordero, Vázquez o Segovia, niños correteando, adolescentes esperando a sus amigos en el (antaño) kiosko Gregorio y parejas de policías que dicen que trabajan pero en realidad están observando al gentío disfrutar. Cuando llueve, como en todos los sitios, disminuye de afluencia, pero sigue habiendo muchos en el interior del Mercantil, Onuba, L'Plaza, en el Central, en el Escamilla o en los otros que me vais a perdonar que no me sepa o no me acuerde. Eso sí, es salir el sol y la gente sale de las piedras. ¿Crisis? ¡En Utrera desde luego la crisis no se tiene en cuenta en cuanto al ocio en bares! Siempre vas a ver en la plaza a alguien tomando un "algo" con otra persona, o simplemente en los bancos viendo a la gente pasar. La Plaza (del Altozano, ojo, que su nombre completo es ese) me trae muy buenos recuerdos... Desde patinajes con amigas hasta mediodías de pausa en la biblioteca, desde cabalgatas hasta procesiones, desde tapitas hasta cafelitos... Precisamente con ese amigo del que os hablaba antes he estado mil veces en una terracita, miles de tardes de primavera, gafas de sol puestas, manguitas remangadas, cafelitos en mesa y a charlar y tomar el sol... horas y horas nos llevábamos allí, con los ojos a medio cerrar y escuchando de vez en cuando un... "¡qué bien os veo!", ufff...¡Qué tiempos aquellos!
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