Hoy me he levantado como una golondrina. Ligera, mitad blanca y mitad negra. Siento la necesidad de posarme junto con otras de mi especie en un cable de teléfono y cantar, a veces sola y a veces con mis compañeras en una coral a capella de picos y plumas. Desde allí, observaría pasar los días cálidos para, nada más notar el frío en mis patitas, irme volando a un lugar más soleado.
Entonces, construiría mi segunda residencia: un nidito de amor y desamor en un rinconcito de un edificio importante, alto, con señorío, lugar de visita obligada para el turista y el purista. Me pasaría las horas alrededor de las cámaras, siendo espectadora de lujo del ajetreo de un sin fin de humanos sacando fotos de mi otra morada. Posaría gratis para ellos, y seguro saldría la mar de guapa. Y, sólo cuando el eje de la tierra rondara de nuevo los 23 grados en el hemisferio y los días comenzasen a ser más cortos (qué le voy a hacer si soy un ave diurna) retomaría el camino a casa de la otra punta, a mi hogar, para darme un buen festín de reencuentro con mis amigas de coral a base de insectos, bichos y bichejos que, seguramente, no merecerían ni han merecido vez alguna el simple pero casi siempre placentero privilegio de vivir.
Volaré... Volaré... Volaré...
Pues no te vayas muy lejos, xq aquí los días empiezan a calentar y te echariamos mucho de menos. Elio
ResponderEliminarNunca me iría lejos de vosotros de motus propio, pero si no hubiera más remedio, seguro que en un par de aleteos me plantaba en Aben Zaide con una gran ensaimada de chocolate. Un besito para El Niño de las mil canciones y otro para la madre. Para el padre ya veremos. ;)
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