miércoles, 26 de junio de 2013

Microcuento catastrófico con Final Feliz.

Veinticinco días después confió en la suerte que veía con recelo desde hacía tiempo. Esa que a veces le era esquiva y que en el presente seguía su curso cual cauce sinuoso en un río humano de desconocidos. Un río lleno de inquietudes, miradas desconcertantes e inquisitivas, críticas y deberes, llamadas y salidas, palabras y algún que otro beso. Un camino al fin y al cabo hacia un destino que, quizá, había dejado de intentar burlar y evadir, eludir y mil veces negar en su cabellera húmeda. No quería. No quería, no. Pero debía. Y el deber... pesa como mil toneladas sobre sus esqueléticos hombros. Todo y nada para, finalmente, llegar a un mar angosto de verdad, sumisión y tranquilidad.

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